
Una ciudad que crece tiende a convertirse en una urbe menos segura para sus habitantes, ya que a medida que la población aumenta la prevención de los actos delictivos se hace más complicada y el control de quienes delinquen también se hace más difícil. Lo anterior es causado por situaciones que derivan de esa expansión sin planeación, de los asentamientos humanos que se establecen más por urgencia que por responder a tiempo a una necesidad de hábitat o más por obtener ganancias en el negocio inmobiliario que por ofrecer vivienda de calidad.
En Yucatán, los ejemplos claros de una dinámica social que ha rebasado servicios públicos y condiciones de seguridad son Kanasín y Mérida. Son localidades en las que el clima de convivencia se ha tornado mucho más violento, en el caso de la primera; y enrarecido, en el caso de la segunda. De acuerdo con testimonios vecinales, notas en medios de comunicación y hasta comentarios en las redes sociales; la protección de la integridad de los ciudadanos se está convirtiendo en un tema de preocupación por algo que estos perciben como una creciente ola de violencia.
Kanasín tiene una tasa de crecimiento mayor que Mérida; se ha convertido en un polo de atracción y recepción de ciudadanos de diversos estados del país de un nivel socio económico medio, medio bajo, que llegan en busca de mejores condiciones de vida. No obstante, la mancha urbana que se ha hecho más grande en ese municipio se mantiene con múltiples carencias, entre las que se encuentran como menos atendidas resaltan: la infraestructura y la seguridad. Eso es lo que torna y hace denso el clima de convivencia en la localidad; habiendo sitios de la comunidad en los que los vecinos más que protegerse entre ellos, se protegen unos de otros y se mantienen en una actitud defensiva.
Para el caso de Mérida, la interacción entre sus habitantes por momentos de hace tensa. Casos de homicidios, feminicidios, robos a pequeños negocios o casas habitación, acoso y ataques callejeros se han hecho constantes. Ello también está dibujando rasgos de actitud etnocentrista entre los meridanos y los yucatecos, que tienden a mostrar rechazo a la llegada de personas de otras partes del país, pues los han estigmatizado como quienes han hecho raíces en su territorio para delinquir.
La publicidad de Yucatán como el estado más seguro y de Mérida como una ciudad de paz, provoca que los naturales de estas tierras se autoidentifiquen como no violentos ni conflictivos, aunque varios de los que terminan en prisión por la comisión de delitos son nacidos en Yucatán. Además, la expansión de la metrópoli ha hecho más visibles los casos de violencia contra las mujeres y de dilatación de la justicia en procesos en los que ellas se ven involucradas como víctimas.

Jorge David Guzmán Moguel
Licenciado en Periodismo, especialista en temas de divulgación y comunicación organizacional.
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