En los sistemas de transporte existen indicadores que nos permiten detectar los niveles de calidad y desempeño en el servicio; los cuales son importantes conocer, implementar y evaluar para tener un sistema que cuente con un alto grado de satisfacción para los distintos actores involucrados en el proceso: los usuarios, los transportistas y la autoridad gubernamental. El presente artículo pretende exponer una serie de factores cuantitativos y cualitativos que también pueden considerarse indicadores y que en este caso aplican para el transporte público de baja y mediana capacidad en el contexto de la ciudad de Mérida.
El primer indicador es la atención de la demanda, el cual se refiere a que el transporte debe estar diseñado para trasladar a los distintos perfiles de usuarios de cualquier edad y bajo las condiciones de accesibilidad universal, es decir, se debe considerar a las personas con discapacidad, menores de edad y aquellas con movilidad reducida. El recorrido de los vehículos debe corresponder a las líneas de deseo, que son una representación gráfica que refleja la necesidad de traslado que tiene la población en un espacio geográfico definido; para lo cual es necesario tener información sobre las zonas de la ciudad a conectarse y la cantidad de viajes que se realizan entre ellas. Un aspecto fundamental es que en la prestación del servicio se tengan claras las horas de máxima demanda (HMD), que son períodos donde se transporta el mayor volumen de pasajeros, y que regularmente suelen ser dos o tres franjas del día; también se deben tener definidas las horas de baja demanda para realizar los ajustes operativos pertinentes con el fin de adecuar la oferta de vehículos y espacios disponibles para los usuarios, evitando con esto, tiempos de espera prolongados o saturación de unidades vehiculares.
El segundo indicador es el intervalo de operación; el cual es definido como el tiempo que transcurre desde que sale un vehículo (autobús, microbús o vagoneta) desde la terminal, paradero o base, hasta que sale el siguiente. Su unidad de medición será en minutos/vehículo; generalmente se establece para la HMD determinada y se ajusta en función del volumen de pasajeros por hora y la capacidad vehicular que se esté ofertando.
En función del tipo de servicio, el intervalo de salida puede depender de asegurar cierta cantidad de personas a bordo del vehículo antes de salir. Si la ruta de transporte cuenta con paradas definidas se debe establecer un control hacia los intervalos de paso en cada una de ellas; tratando de que estos correspondan con los de salida; con ello, se estaría brindando certeza al usuario del momento en que la unidad vehicular va a pasar y pueda abordarla; así mismo, se lograría tener tiempos de viajes regulares. De hecho, en algunos estudios se ha comprobado que el tiempo de viaje, tanto parcial como total (es decir, de terminal a terminal) es el atributo del servicio más importante para los pasajeros en zonas metropolitanas.
Otro indicador es la frecuencia de servicio que corresponde a la cantidad de vehículos que se van a poner a circular en función del intervalo de operación. Su unidad son los vehículos/hora, y para determinarla se debe tomar en cuenta la capacidad del vehículo, tanto de asientos instalados, como de espacios para transportar personas de pie. La frecuencia de servicio tiene una relación directa con el tamaño óptimo de la flota; con el fin de que se pongan en circulación los vehículos suficientes para cubrir la demanda; cuidando los costos de operación para asegurar niveles apropiados de rentabilidad para los transportistas. Cuando ocurren situaciones extraordinarias en la ruta de transporte se debe contar con parque vehicular de reserva y hacer ajustes en los intervalos y las frecuencias para volver a las condiciones normales de operación lo más pronto posible.
Un siguiente punto es la infraestructura. El transporte público debe contar con paradas establecidas en puntos generadores y/o atractores de viajes, debiendo estar separadas unas de otras a una distancia de 400 a 600 m. si son de transporte alimentador o colectivo, y si son para transporte de alta capacidad o masivo, deben estar a una distancia que puede ir de los 800 a 1500 m. Las paradas o estaciones deben contar con elementos de resguardo para los usuarios por medio de parabuses, de preferencia con banca y cobertizo; deben tener iluminación y la señalización necesaria para identificarlas; pudiendo incluso haber un mapa de las paradas de las rutas. De igual manera, de acuerdo con los niveles de congestión se debe considerar el dejar carriles exclusivos o preferenciales para el transporte público, ya sea de manera permanente o en ciertas horas del día.
Así mismo, la confiabilidad es un indicador que se compone de tres elementos: el primero se refiere a la regularidad, la cual es la certeza de que el intervalo de operación se cumplirá a lo largo de la ruta con cierto margen de tolerancia y aceptando que las demoras o detenciones extraordinarias ajenas al servicio pudieran presentarse durante el trayecto. En general, se estima que el tiempo de espera que un usuario deba tener en las estaciones, corresponda a la mitad del intervalo de salida. El segundo elemento es la consistencia, que se refiere a que el conductor debe cubrir el derrotero o itinerario por completo, ya que en algunas ciudades se ha visto que en los últimos viajes del día, los operadores ya no quieren completar la ruta; ya sea para ir a resguardar el vehículo o para retirarse a su domicilio. Este elemento, también se refiere a no circular e invadir tramos de otras empresas transportistas en aquellos derroteros que estén cercanos. Ahora bien, el último elemento es el riesgo de falla del vehículo; en el que se debe aceptar un porcentaje mínimo de fallas parciales que no impidan la continuidad del servicio y se deben tener cubiertas las fallas totales cuando el vehículo ya no pueda funcionar haciendo uso del parque vehicular de reserva.
Por otra parte, la integración representa una estrategia y a su vez un indicador que busca la coexistencia de todas las opciones de movilidad existentes y de los modos de transporte mediante la intermodalidad. En este sentido encontramos una integración básica que se refiere a contar con la infraestructura adecuada y funcional para que el usuario realice las conexiones o trasbordos con mayor facilidad posible, en entornos seguros. A su vez, los niveles de integración más completos incluyen además aspectos relacionados al establecimiento de tarifas, métodos de pago únicos, operación compartida y un ente regulador. Un ejemplo de intermodalidad sería que una terminal de autobuses tuviera un biciestacionamiento, pero requeriría contar también con la existencia de una ciclovía cercana, o bien, carriles preferentes para ciclistas que permitieran su paso con facilidad de un sistema a otro. Otro caso consiste en que las terminales de autotransporte foráneo y los aeropuertos, deben contar con servicios de transporte público y con bahías o muelles exclusivos para conectar a los pasajeros de manera eficiente.
Otro indicador es el referente a la seguridad, el cual tiene una relevancia mayor en estos momentos en muchas ciudades del país. Dicho indicador se puede dividir en dos componentes: en primer lugar, se requiere que el transporte público tenga como prioridad el evitar los accidentes de tránsito, ya que al transportar grandes cantidades de personas diariamente, éstas se ven expuestas en su integridad física.
La seguridad vial es un tema complejo, pero se ha comprobado que el factor humano tiene la mayor participación en la ocurrencia de accidentes, por lo que habrá que asegurarse de que el personal conductor tenga como prioridad el mantener niveles de siniestralidad mínimos y no provocarlos con comportamientos inadecuados o de alto riesgo. Adicionalmente, la empresa transportista debe tener un seguro vigente que cubra los daños y la atención a los usuarios.
El segundo componente en la seguridad se refiere a la ocurrencia de delitos como asaltos, robos y acoso en las unidades de transporte; por lo cual será necesario establecer medidas preventivas internas y de colaboración con la autoridad encargada de la seguridad pública para garantizarle al usuario que su integridad física y moral no será vulnerada. Las empresas prestadoras de servicios deben establecer medidas y protocolos de actuación con fines de prevención y de atención a sus pasajeros, en caso de que lleguen a ser víctimas de algún accidente o delito en terminales y a bordo de los vehículos.
Un siguiente indicador es el de la sustentabilidad; éste se refiere a que el uso de combustibles fósiles en los vehículos de transporte público debe migrarse al uso de fuentes menos contaminantes o combustibles alternativos. Cada vez más la industria está empleando gas natural vehicular (GNV) por el menor costo por litro; aunque se tienen que considerar la disponibilidad de estaciones abastecedoras, los costos por la conversión del sistema y el costo de mantenimiento, ya que el GNV tiene un poder detonante más elevado. A su vez, el diesel de ultra bajo azufre (DUBA) se considera como una buena alternativa para vehículos pesados. Otra opción es el biodiesel, pese a que se deba mezclar con diésel derivado del petróleo, sin embargo, ofrece ventajas para el medio ambiente ya que no contiene azufre y genera menores emisiones. Por último, tenemos la entrada de buses eléctricos recargables con autonomía de hasta 200 km por día; estos pueden convertirse en una alternativa apropiada para los sistemas de transporte urbano. En cada caso, se tienen que evaluar las ventajas y desventajas, la relación costo/beneficio y las posibilidades de implementación. Además hay que tener presente que el ruido es otra fuente contaminante, y el transporte público podría ayudar a mitigarlo con un adecuado mantenimiento de las unidades vehiculares y con la modernización de la flota (pues bien se sabe que el ruido como tal, es ocasionado principalmente por el motor y el sistema de escape). También habría que observar que los operadores no modifiquen o sustituyan el claxon original y que su uso no sea excesivo e innecesario.
Continuando con lo anterior, los atributos del vehículo se constituyen como un indicador, ya que los vehículos deben estar diseñados para las dimensiones antropométricas de la población mexicana; considerando apropiadamente la altura del piso del vehículo, la altura de los escalones, la anchura de los pasillos, la altura de pasamanos, la distancia entre asientos, la cantidad y ubicación de mancuernas, etc. De igual manera, los transportistas no deberían modificar la configuración de asientos al tratar de incrementar la capacidad del vehículo, debido a que causan incomodidad y malestar a los usuarios por el poco espacio disponible al momento de sentarse o trasladarse al interior. Las ventanillas, cristales, puertas, asientos, pasamanos y el botón de aviso, deben estar funcionales en todo momento. Las condiciones físico-mecánicas del vehículo deberán contar con un programa de mantenimiento preventivo y considerar servicios correctivos oportunos, cuidando aspectos tales como los frenos, neumáticos, luces interiores y exteriores, motor, transmisión, escape, entre otros.
Por otra parte, el indicador referente a la tarifa se refiere a que ésta debe ser determinada bajo aspectos técnicos; considerando el nivel socioeconómico de la población, los costos de operación vehicular y la rentabilidad del negocio para darle certeza a los transportistas que podrán tener una tarifa competitiva; pero igualmente al usuario se le ofertará una tarifa justa acorde al servicio recibido. Se puede establecer una tarifa fija para todo el derrotero o escalarla mediante una pirámide considerando la distancia de viaje de los pasajeros. La recaudación debe estar controlada para evitar “fugas” y malos manejos, cuidando la solvencia del negocio. Los subsidios deberán aplicarse sólo cuando sea justificable para atender a un sector específico de la población (estudiantes, adultos mayores, trabajadores en corredores industriales) o a zonas marginadas, así como para favorecer al transporte público sobre el uso del vehículo particular. El pago de subsidio a los transportistas debe cumplirse y garantizarse para evitar que vean afectados sus ingresos y, de esta manera, sean capaces de asumir los costos operativos del negocio.
Finalmente, el indicador referente a los conductores capacitados, plasma la importancia para las empresas de transporte de gozar con personal que tenga las competencias necesarias para conducir bajo las diferentes condiciones que conllevan las ciudades. Para ello, los conductores deben tener un conocimiento teórico- práctico de las diversas disposiciones y de la normatividad aplicable a su oficio: tales como el reglamento de tránsito, políticas internas de la empresa, protocolos de seguridad y primeros auxilios.
La conducción es una actividad especializada que implica realizarla acorde con las características físico-mecánicas del vehículo, para tener un buen funcionamiento de los sistemas automotrices y prolongar su ciclo de vida; debiendo cuidar el rendimiento de combustible y aplicando las técnicas del manejo a la defensiva. Se debe dar un trato cordial y atento a los usuarios durante el viaje y tener precaución en aquellos momentos donde es mayor la exposición a algún riesgo (y que están bajo el control del conductor), como es el caso del abordaje y el descenso. La autoridad, junto con la empresa transportista, deben establecer programas de selección, entrenamiento y capacitación para los conductores; incluyendo una evaluación continua de su desempeño.
Asimismo, los conductores deben contar con programas preventivos y de atención a la salud que promuevan disminuir los índices de obesidad, hipertensión y diabetes (síndrome metabólico); tanto en incidencia, como en prevalencia; debido a que son los padecimientos que más se presentan en dicha población a causa de las actividades propias de la conducción. Su propagación ocurre por factores de riesgo como el sedentarismo, niveles altos de estrés y mala alimentación. De igual manera, de acuerdo con la reciente entrada en vigor de la NOM 035 de la STPS, es importante que se mantenga un monitoreo de detección e intervención de la salud mental del conductor, pues es común que se presenten problemas de fatiga, ansiedad, escaso control emocional, entre otros; ya que estos factores repercuten directamente en su salud física, en su desempeño laboral y en sus relaciones interpersonales.
Bibliografía:
Alcántara, E. (2010). Análisis de la movilidad urbana. Espacio, medio ambiente y equidad. Bógota: CAF.
Damián, S., & Romo, P. (1992). Capacidad del transporte público en autobuses interurbanos y suburbanos. Querétaro: Instituto Mexicano del Transporte.
Miranda, J. (2018). Apuntes de transporte urbano e interubano. México, México: UAEMex.
Molinero, Á., & Sánchez, I. (2002). Transporte público: planeación, diseño, operación y administración. México: Fundación ICA, A.C.
José Miranda Tolayo
Ingeniero en transporte por el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y Maestro en Gestión Educativa. Miembro de la Asociación Mexicana de Logística y Cadena de Suministro; y Agente Capacitador Externo de la STPS.
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