La pobreza tradicionalmente ha sido reconocida con la falta de algo, generalmente dinero, y por esta razón durante mucho tiempo se estudió desde esa única visión, que implicaba saber solamente si las familias tenían o no ingreso y si esta cantidad era el mínimo oficial, o era superior o inferior al mismo. Eso hizo que por gran cantidad de tiempo la determinación de la pobreza se viera limitada a la medición de esa variable, el dinero, implicando por muchos años que no fueran considerados otros componentes básicos para delimitar el nivel o grado verdadero de pobreza de las personas.
En el 2004 se expuso que la pobreza es multifactorial, que tiene muchos componentes y dimensiones, esto implicó reconocer que no era posible ser medida como antes se hacía, solamente a través del dinero, y de los bienes y servicios que se adquirieren con éste; propiciando una nueva visión de comprobación.
Pero, ¿por qué medir la pobreza? y ¿para qué desarticular las variables que la determinan? Porque el escenario de la última década del siglo XX fue desolador y hubo una inequitativa distribución del ingreso. Los ricos, con las devaluaciones y la especulación monetaria, se hicieron más ricos. Las clases medias perdieron el nivel de vida que ya habían alcanzado, y los empleados y subempleados urbanos fueron cada vez más pobres; en resumen, tenemos el resultado de una sociedad desigual. Siendo una de las causas el “error de diciembre”, que se caracterizó por una intensa y cuantiosa fuga de capitales. El desempleo creció y los pobres patrimoniales llegaron a representar casi el 70% del total de la población en el país (figura 1).
Como la mayoría de la población de México no tenía forma de vivir bien y las presiones nacionales e internacionales fueron muchas, se buscó una nueva forma de medir la pobreza, que implicaría reducir las variables o indicadores con lo que se podrían elaborar políticas públicas dirigidas a soluciones puntuales.
Para poder subsanar estás diferencias, en 2004 se decretó la Ley General de Desarrollo Social, que establece los indicadores para identificar la pobreza. Los nuevos tipos son: pobreza por ingresos, pobreza alimentaria, incapacidad para obtener una canasta básica alimentaria, pobreza de capacidades que implica no contar con los gastos necesarios en salud y educación, y pobreza de patrimonio, que es la insuficiencia del ingreso disponible para adquirir la canasta alimentaria y realizar los gastos necesarios en salud, vestido, vivienda, transporte y educación (aunque la totalidad del ingreso del hogar fuese utilizado exclusivamente para la adquisición de estos bienes y servicios).
La forma de atención es ahora por la determinación de zonas prioritarias rurales y urbanas a donde se dirigen los recursos y programas asistenciales con poca efectividad, ya que como se muestra en la figura 1, desde el 2006 la cantidad de personas en calidad vulnerable por carencia de algún tipo sigue creciendo. Pero de esos detalles más puntuales hablaremos en los próximos números.
Carmen García Gómez
Doctora en Arquitectura con Especialidad en Medio Ambiente por la Universidad de Colima. Docente en la UADY y miembro de la Red de Estudios Multidisciplinarios en Turismo (REMTUR).
E-mail: ggomez.carmen@gmail.com
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