En estos días que invitan a la reflexión, quiero continuar llamando tu atención para que pongamos énfasis en la imperiosa necesidad de convertir en algo cotidiano y no algo excepcional, llevar a cabo acciones verdaderamente radicales y contundentes en favor de la solución a la crisis climática que enfrenta la humanidad.
De todos los sistemas de los que está compuesto nuestro planeta, uno de los más sorprendentes y maravillosos, pero a la vez el más vulnerable y amenazado, como nunca antes lo había estado, es esa delgada y frágil capa protectora que lo envuelve, llamada atmósfera.
La atmósfera, es una franja en la que se concentra una gran cantidad de gases, que permanecen ahí debido a la acción que ejerce sobre de ellos la fuerza de la gravedad, y cuya función es proteger y asegurar la posibilidad de que exista la vida en nuestro planeta.
El 75 por ciento de la masa de todos esos gases que la componen, se encuentra en sus primeros 11 kilómetros de altura por sobre la superficie terrestre. De modo que si fuera posible para un automóvil conducirse hacia arriba en forma perpendicular al suelo, y se desplazara a una velocidad de crucero común y corriente como la de cualquier carretera, podríamos atravesarla en tan solo 5 minutos. Esto nos da una idea de lo frágil que es.
Y es inconcebible cómo, conociendo lo importante que es para garantizar nuestra propia vida, los seres humanos estemos arrojando a ella, todos los días, 162 millones de toneladas de contaminación, como si fuera una cloaca abierta. La contaminación acumulada al día de hoy, es capaz de atrapar tanta energía calorífica como la que se desprendería de 600,000 bombas atómicas como la de Hiroshima, cada 24 horas.
Los mejores y más grandes científicos de todo el mundo nos advierten que de seguir esta tendencia, la catástrofe es inminente. La pandemia de Covid-19 nos ha demostrado que esta civilización global e interconectada, puede voltearse de cabeza en muy poco tiempo. Las comunidades con mayores índices de pobreza y marginación, son las primeras en resultar afectadas y con mayor, desproporcionada intensidad. Pero la tecnología y la ciencia son capaces de proveernos muy rápidamente con soluciones efectivas, pero la gran pregunta es ¿Podremos implementarlas a tiempo?
Ahí es precisamente en donde radica la esperanza, ya que de alcanzar el objetivo del Net Zero en 2050 o antes, solamente tendríamos que esperar entre 3 y 5 años para que la temperatura media global anual deje de aumentar, y entre 25 a 30 años para que desaparezca de la atmósfera la mitad del CO2 vertido en la atmósfera por los seres humanos. Esto significa que tenemos un gigantesco interruptor que podemos activar y de inmediato detener la crisis climática que nos amenaza.
Es cierto que hay daños ya causados, pero una vez que detengamos el incremento de las temperaturas, podemos empezar de inmediato el proceso de sanación, solo tenemos que ponernos de acuerdo y accionar todos juntos ese gran interruptor.
Raúl Asís Monforte González
Ingeniero Civil y Maestro en Arquitectura de Paisaje. Presidente del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Energía Renovable y Medio Ambiente A.C.
Email: raul@mienergiamx.com
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