Moverse en el mundo no es parte fundamental de la humanidad, es la misma humanidad. Conocemos el mundo interactuando con él, viviéndolo, experimentándolo, sufriéndolo, recorriéndolo. Nuestra piel recibe el primer contacto con lo que nos rodea y es la primera barrera de nuestra existencia. Cuando gateamos, caminamos, corremos, nos movemos, se nos revelan los misterios del mundo, nuevas figuras, experiencias; nuevos mundos. El ser humano es parte del mundo y lo experimenta.
Partiendo de esto, parecería obvio que el objetivo de nuestros diseños, al hacer ciudad, incentiven el movimiento, la experimentación o el contacto con nuestro entorno; pero en un mundo donde hemos sido apoderados por el miedo, creando barreras y protección, des- echamos cualquier espacio que pueda incentivar el contacto con lo que nos rodea.
Las casas bardeadas y electrificadas, los automóviles, demuestran la tendencia de construir un mundo de seguridad. La casa, que es el lugar donde descansamos y somos más vulnerables, debe ser protegida de los peligros que nos rodean para darnos paz y tranquilidad. Por otro lado, el automóvil nos protege de todo peligro que pueda existir en el trayecto de nuestro lugar seguro hacia el destino elegido. El auto se convierte en una barrera, no solo física, sino emocional, siendo construidos para daros confort.
La búsqueda de un mundo de seguridad
Las casas bardeadas y electrificadas, los automóviles, demuestran la tendencia de construir un mundo de seguridad. La casa, que es el lugar donde descansamos y somos más vulnerables, debe ser protegida de los peligros que nos rodean para darnos paz y tranquilidad. Por otro lado, el automóvil nos protege de todo peligro que pueda existir en el trayecto de nuestro lugar seguro hacia el destino elegido. El auto se convierte en una barrera, no solo física, sino emocional, siendo construidos para daros confort.
Pero esa barrera ya no solo nos protege del peligro, sino que nos limita a conocer el entorno. Entonces ¿hay que satanizar a los autos?, claro que no, sería absurdo decir que estas máquinas no han ayudado a hacer más sencillas las tareas cotidianas; pero esas mismas máquinas que facilitan el trabajo, nos vuelven seres apartados del mundo. Ya no solo andamos en una burbuja, sino vivimos en una burbuja apartada de otros tipos de personas.
El mundo lo vamos construyendo conforme vamos adquiriendo nuevas necesidades o vivencias. Debido a esto, cuando diseñamos pensando en nosotros –ya que el contacto con otros tipos de vida ha sido nulificado y solo nos encontramos con nuestras necesidades–, ya no construimos por peligro a lo que nos rodea, ahora construimos por peligro a perder el privilegio que tenemos en nuestros lugares de protección.
Regresemos a las caminatas. Caminar o andar con los pies es algo básico. Caminamos dentro de nuestra casa, a casa de los vecinos, a comprar, al parque, a muchos lugares, y para esto no necesitamos nada más que nuestra propia voluntad y ambas piernas para hacerlo; desde un niño de apenas un año, hasta un anciano, la caminata es algo básico y hasta podría ser esencial. A modo de mención, caminar no es solo movilizarnos, es pensar, ejercitarse, comunicarse, vincularse con otras personas y lugares.
Pero, si esto es así ¿porque construimos espacios que privilegian el coche y minimizan las caminatas? Y no estoy hablando de quitarles espacio a los coches, sino, simplemente, de hacer equitativa la distribución de espacios, para que el grueso de la población que no puede acceder a estos vehículos pueda tener las oportunidades de trasladarse y que no las tengan solo los privilegiados que pueden pagar un auto.
Caminos (o pasos) Peatonales
Me gustaría centrarme y dedicar lo demás de este escrito a algo que expresa el tipo de dinámicas que se manejan en los espacios modernos: los caminos peatonales. Nuestra principal herramienta de movilidad son nuestras piernas. Sería obvio construir las ciudades con las condiciones pertinentes para permitir esta actividad y no limitar el acto de caminar a espacios reducidos.
Los caminos peatonales son esos inventos sacados de la manga por las administraciones públicas para darles “seguridad a los peatones”. Caminar debería ser la principal actividad en la jerarquía de movilidad y limitar ciertos espacios específicamente para el automóvil, no al revés. Actualmente, se construyen calles, carreteras y espacio público donde el coche tiene las de ganar y los peatones somos relegados a espacios en donde “se nos permite” caminar con seguridad.
Los caminos peatonales no son para darnos seguridad, son para marginarnos a los espacios residuales de la calle y las banquetas. ¿Y por qué espacios residuales de las banquetas? ¿Acaso las banquetas no son para los peatones? Pues al parecer las banquetas son creadas como ese espacio intermedio que permite la circulación del auto entre el espacio íntimo y el público, nuevamente en función del auto, ya que están llenas de desniveles, rampas y construcciones que permiten la movilidad de los vehículos motores.
Parece ser que caminar ya no es una actividad primordial y el automóvil ha sustituido a nuestras piernas. El terror de caminar y ser agredido por algún vehículo es latente, y pareciera una gran ayuda por parte de nuestras autoridades que se nos destinen espacios para el libre tránsito, que hilarantemente se encuentran en su mayoría en lugares turísticos, pero no; todos, aun los que viajan en automóvil, en algún momento son peatones.
Aunque es imperante revalorizar la caminata, debemos tratar la movilidad equitativamente. Exigirles a nuestras autoridades generar políticas y acciones que respondan a una movilidad inclusiva que permita la accesibilidad universal y que diseñe espacios basándose en la necesidad de los más vulnerables sobre los privilegiados y, sobre todo, entender que las personas nos debemos educar y concientizar sobre la educación vial, partiendo de la empatía y respeto.
Para finalizar, tal vez te habrás dado cuenta que solo me he referido a caminar como tipo de movilidad primaria y he dejado a un lado a aquellas personas incapacitadas para caminar con libertad o que se deben apoyar de herramientas, instrumentos o hasta máquinas. No obstante, mi intención no fue invisibilizarlas, más bien, hacer ver que si como personas que gozamos de las capacidades para caminar tenemos todas estas dificultades, una persona que se encuentre limitada sufre estas mismas dificultades de la movilidad, pero de manera exponencial.
Actualmente, se construyen calles, carreteras y espacio público donde el coche tiene las de ganar y los peatones somos relegados a espacios en donde “se nos permite” caminar con seguridad.
Luis Carlos Sierra
Diseñador del Hábitat por la Universidad Autónoma de Yucatán.
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