
La distribución de los diferentes elementos urbanos –tales como la vivienda, las oficinas, las fábricas, los equipamientos y servicios de educación, salud, recreación y abasto– donde se realizan las diversas actividades urbanas, conforman las estructuras y formas de funcionamiento de las ciudades. A lo largo de la historia se han dado una gran variedad de modelos urbanos, relacionados con particulares procesos históricos y territoriales. En este artículo veremos dos formas de organización cuya génesis, desarrollo y efectos, se asocian a múltiples y complejos factores: el modelo de zonificación y las ciudades polinucleares. Lejos de abarcarlas a profundidad, únicamente mencionaremos algunos de sus rasgos más generales.
El urbanismo funcionalista
En el primer modelo, también llamado urbanismo funcionalista, las actividades tales como habitar, trabajar, abastecerse y divertirse, se encuentran agrupadas y bien divididas entre sí, conformando diferentes zonas. Esta forma de organización que inició en Estados Unidos fue de gran influencia en las ciudades mexicanas, al igual que en la gran mayoría de las de América Latina, que se expandieron durante el siglo XX. La zonificación de las funciones urbanas que alentaron la dispersión, fue posible gracias a la aparición y masificación del automóvil privado, que poco a poco se hizo accesible a estratos de población de menores ingresos.
El crecimiento de la población y su concentración en las ciudades, aunado al modelo automóvil-expansión urbana, devino en el incremento del parque vehicular, las distancias y las velocidades. Se fueron construyendo más carriles de circulación y expandiendo la red de caminos vehiculares. Las infraestructuras para automotores han ocupado una de las erogaciones principales de los gobiernos, dejando de lado la inversión en otros rubros, tales como vialidades peatonales y ciclistas, por mencionar los directamente relacionados con la movilidad; así como también se ha contraído el gasto en servicios de salud, seguridad social y educación.
La fórmula automóvil-expansión urbana tiene efectos sociales y ambientales perniciosos. En lo ambiental, se tiene la eliminación de cubierta vegetal, la contaminación del aire y la producción de grandes cantidades de basura, principalmente de neumáticos. En lo social, las infraestructuras viales dividen zonas, grandes avenidas de varios carriles que atraviesan la trama urbana, establecen barreras, en muchos casos infranqueables, para peatones y ciclistas. Asimismo, el uso del automóvil impide la interacción social en los espacios públicos, contacto visual que es el primer paso para la construcción de comunidad.
Ciudad polinuclear
El segundo modelo urbano consiste en una organización basada en la ciudad polinuclear, en la cual el barrio es la unidad básica que tiene la capacidad de estructurar el territorio. Este modelo prevalece en ciudades europeas. Los defensores de este urbanismo hacen énfasis en la accesibilidad peatonal y de corta distancia a los centros de trabajo, enseñanza, compras y gestiones del barrio; que refuerza la permanencia en el ámbito e impide los desplazamientos innecesarios y no deseados. En definitiva, minimiza el tiempo de transporte y reduce el tráfico motorizado. En el barrio, los individuos recuperen el control de su tiempo y su espacio mediante la accesibilidad a las distintas dotaciones y actividades diarias, en un ambiente reconocible. En el espacio público del barrio suceden el encuentro del otro en la mezcla de actividades y de usos, y tienen lugar el dinamismo social y económico.
La Nueva Agenda Urbana
En la última cumbre mundial HÁBITAT-III celebrada en Quito en 2016, se promulgó la Nueva Agenda Urbana (NAU) en la cual se establece como prioridad dar un giro a los modelos de planeación que hasta ahora se han seguido y que no han sido favorables para las ciudades, ni para sus habitantes en términos sociales, ambientales y económicos. La NAU promueve la planeación de redes con calles bien diseñadas y otros espacios públicos seguros, ecológicos y de calidad, así como también hace énfasis en la accesibilidad, teniendo en cuenta la escala humana y las características necesarias para fomentar la proximidad de actividades y actores, y para dinamizar las ciudades.
Hoy en día, la crisis sanitaria de Covid 19 y sus efectos en la movilidad de los individuos, colocó en el foco de atención el planteamiento de un urbanismo más humano, menos depredador del medio ambiente y que cree lazos de solidaridad y cohesión social. Argumentos que analizan lo nocivo que ha resultado la falta de interacción que se genera en el espacio público provocada por el automovilismo, en el cual el intercambio social se limita a los segundos que los autos esperan en los semáforos, de un auto a otro. Situación que erosiona barrios y vínculos sociales.
En la pandemia, los planteamientos del urbanismo a escala humana tomaron nuevo impulso: la Ciudad de los 15 minutos, ciudades de escala humana, la importancia de los equipamientos y servicios en barrios y los viajes de cercanía. La ciudad de los 15 minutos es una iniciativa que surgió del gobierno de París y que ha captado gran atención en el resto del mundo. Ésta se refiere a la posibilidad de realizar todas las actividades con recorridos que no excedan ese tiempo, y le apuesta a la movilidad activa y a la reducción de la movilidad motorizada.
Tendríamos que retomar estos conceptos en la planeación de las ciudades mexicanas y hacerlos efectivos mediante una política de usos del suelo que conduzca a la formación de barrios y de subcentros urbanos. Es preciso intervenir y regenerar amplias zonas urbanas, principalmente de las periferias, que carecen de equipamientos y servicios. De esta manera crear condiciones en las que se evite que los residentes tengan que recorrer largas distancias para trabajar y para realizar cualquiera de las actividades cotidianas, y como consecuencia, pagar los costos sociales y económicos. Es una tarea urgente, nada fácil y que requiere de acupuntura urbana, pero bien vale la pena para tener ciudades de escala humana.
Es preciso intervenir y regenerar amplias zonas urbanas, principalmente de las periferias, que carecen de equipamientos y servicios, para que los residentes no tengan que recorrer largas distancias para trabajar y realizar actividades cotidianas.

Susana Pérez Medina
Doctora en Urbanismo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Trabaja en el Departamento de Ecología Humana de Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, Unidad Mérida.
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