Vivimos tiempos de cambio. Hemos visto una campaña de ahorrar energía impulsada por el gobierno federal, donde invitan a ser más eficientes en los consumos, sobre todo en las “horas pico”. Si revisamos todo el panorama energético, vislumbramos un futuro en el cual el consumo de energía va en aumento para cubrir cada vez más nuestras necesidades y confort. Por mucho tiempo pensamos que producir nuestra propia energía y cubrir nuestra cuota de reducción de gases de efecto invernadero en el mundo nos haría sentir mejor, pero ahora vemos que el cambio climático está cambiando paradigmas. Hemos constatado la fragilidad del sistema eléctrico nacional (SEN), y la única manera de afrontar este reto es desarrollando los conocimientos para llevar a cabo una gestión energética a cualquier nivel, desde el punto de vista técnico, administrativo, de gestión e, inclusive, a nivel residencial.
La importancia de la eficiencia energética nos ayudará, en primer lugar, a enfrentar los altos costos de la energía eléctrica y los combustibles; segundo, a ser coherentes con las políticas internacionales en la lucha contra el cambio climático; y, por último, a migrar hacia un nuevo modelo de crecimiento sostenible de la sociedad, evitando el despilfarro y el gasto de un recurso todavía optimizable.
Impacto de la eficiencia energética en una ciudad como Mérida.
Veamos cómo se distribuyen los consumos por sector y poder llegar a unas primeras conclusiones:
El 98% de los usuarios son residenciales y comerciales, sin embargo, solo representan el 25% del consumo nacional. Estos usuarios pasarán un 90% de su tiempo viviendo y usando edificios con una vida útil de por lo menos 30 años. Aquí está la clave.
Desde el 2001 existen normas de eficiencia energética de edificios no residenciales y, en el 2011, se publicó la norma de eficiencia energética en casa habitación. En el reglamento de construcciones del Municipio de Mérida se indica la obligatoriedad de la aplicación de la “norma técnica complementaria en materia de eficiencia energética y diseño bioclimático (NTC)” con algunos “candados” para no ser de uso común, como por ejemplo que sólo aplica para construcciones mayores a 5,000 m2 y en edificios de este tamaño en las zonas primarias 3 y 4. ¿Qué sucedería si aplicamos la norma en todo el municipio?
Si juntamos el consumo residencial y comercial del municipio de Mérida e implementamos correctamente la NTC, se obtendrían ahorros en energía eléctrica de por lo menos del 10%. Sabiendo que el municipio tiene un consumo de 1,938,189 MWH(1) , tendríamos un ahorro anual de 48,545 KWH, con un importe sin subsidios por un aproximado de 197 millones de pesos al año. Dinero que bien nos caería para mejoras en nuestro hogar, nuevas inversiones, etc.
Según el registro nacional de emisiones (RENE), para producir un kWH se emiten 0.505(2) kg/kWH de GEI(3), y este dato refleja claramente que el 65% de la energía eléctrica del país se genera quemando algún tipo de combustible. Mi primera imagen para compensar el impacto de los GEI es sembrar árboles. Pues bien, la cantidad necesaria de árboles a sembrar para disminuir un 10% de los Gases de Efecto Invernadero producto de la electricidad, es de 1’615,157 de árboles al año.
El programa más agresivo y ambicioso de reforestación del Municipio y Gobierno del estado juntos es de 200,000 árboles al año. Haciendo algunas matemáticas simples, cada árbol tendría un valor de 122 pesos, muy barato para todas las pérdidas, daños y sufrimientos que en los últimos años hemos vivido como consecuencia del cambio climático.
Las normas de eficiencia energética y, en general, todas las normas, son de aplicación obligatoria en el país, pero no estamos acostumbrados a cumplir con lo establecido en los lineamientos. Como sociedad nos hemos acostumbrado a no cumplir hasta que alguien sea sancionado y, desgraciadamente, nuestras autoridades no tienen los recursos, monetarios o técnicos, para aplicar criterios que no generan cartel político. Al día de hoy, en Mérida podemos contar con los dedos de las manos los edificios que cumplen la NTC. En el país tenemos poco más de 300 edificios que cumplen con estas normas.
Es momento de actuar. Si queremos generar un cambio verdadero en nuestro mundo es necesario aplicar las leyes, normas y reglamentos vigentes, no por obligación o beneficio económico, sino por convicción.
«La cantidad necesaria de árboles a sembrar para disminuir un 10% de los Gases de Efecto Invernadero producto de la electricidad, es de 1´615,157 de árboles al año. El programa más agresivo y ambicioso de reforestación del Municipio y Gobierno del Estado juntos es de 200,000 árboles al año».
Jorge H. García Valladares
Ingeniero mecánico electricista es presidente nacional de FECIME, unidad verificadora en eficiencia energética en edificios, consultor acreditado de FIDE, tercero especialista de ASEA en sistemas de seguridad comercial, instructor externo STPS y perito en ingeniería mecánica eléctrica del PJF.
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