Dotar de resiliencia a la ciudad: una tarea que no admite más demora

 

Las ciudades están adquiriendo un poderío e importancia social y política jamás antes vistos. En el siglo XVII, solamente un 1% de la población mundial habitaba en ciudades, hoy lo hace un 55%, y se calcula que para el 2050 un 70% de los habitantes del planeta viva en una ciudad. En contraparte, las ciudades ocupan solamente el 3% de la superficie mundial y, sin embargo, ahí se registra el 75% del consumo energético y el 80% de las emisiones de gases causantes del efecto invernadero y, por consiguiente, del cambio climático.

Este fenómeno ha dado origen a las “mega ciudades”, esas enormes zonas metropolitanas que ya se comparan en fortaleza económica y social con naciones enteras. La zona metropolitana de Nueva York cuenta con 8.5 millones de habitantes, un presupuesto anual de 80 mil millones de dólares, genera un PIB de 1.5 billones, y su departamento de policía está compuesto por 40 mil elementos. Con esto aparecen los “mega riesgos” que los gobiernos municipales, planificadores urbanos, y ciudadanos, tenemos que afrontar como uno de los desafíos más importantes que nos haya tocado vivir, y del cual no tenemos otra opción que salir airosos, o perecer.

Es posible que muchos piensen que a Mérida aún le falta mucho para alcanzar esa categoría, sin embargo, de acuerdo con los resultados del más reciente Censo de Población y Vivienda que dio a conocer hace unos días el INEGI, a nuestro municipio le hacen falta solamente unos 5 mil “boxitos” más para alcanzar el millón de habitantes. Eso sin considerar los municipios aledaños, junto con los que ya formamos una auténtica zona metropolitana (MetrópoliMID), que incluye a Progreso, Conkal, Kanasín, Umán, y la zona industrial de Hunucmá.

Cuando el acelerado crecimiento no es previsto con suficiente anticipación, se omiten o posponen los instrumentos de planeación, y nadie se atreve a abordar con valentía las acciones que se precisan para enfrentarlo. Entonces la estructura fundacional sobre la que se sustenta la ciudad, se vuelve frágil y vulnerable. La fragilidad es definida como debilidad, como la facilidad que tiene una cosa para romperse, fracturarse o deteriorarse.

En términos de planeación urbana, la fragilidad ocurre cuando el contrato social deja de funcionar, y entonces atestiguamos la convergencia de numerosos y variados riesgos, algunos de tipo socioeconómico, como la desigualdad en ingresos, pobreza, desempleo juvenil, o violencia; otros más físicos, como exposición a eventos geo meteorológicos, sequías, ciclones, terremotos e inundaciones.

El antídoto contra la fragilidad y la vulnerabilidad, consiste diseñar y gestionar ciudades con alta capacidad de resiliencia, definida ésta como la habilidad para recuperarse o reponerse posteriormente a la ocurrencia de un fenómeno dañino o catastrófico. Pero, ¿cómo se logra esto? En primer lugar, hay que tener un plan, y una estrategia para implementarlo exitosamente con una visión amplia y de largo plazo, en donde la gobernanza se convierte en un elemento clave para que esto se haga con continuidad, autonomía y discrecionalidad. Es obligatorio trabajar el tema medioambiental con programas efectivos de generación de energía con fuentes renovables, reducción de emisiones, cuidado de la biodiversidad, gestión integral de los residuos, tratamiento y disposición de aguas residuales, espacios públicos dignos, robustos, y realmente verdes, una auténtica movilidad urbana sostenible con plataformas digitales e inteligentes integradas.

Una inversión inteligente, por ejemplo, es aquella que se realiza para implementar soluciones integrales y múltiples, las ciudades más exitosas son aquellas que despliegan acciones que acaban, no con uno, sino con múltiples problemas simultáneamente. No es sensato reponer una gran cantidad de metros cuadrados de carpeta asfáltica, si no se dignifican las aceras para que el peatón circule sin obstáculos, o las personas con alguna discapacidad lo hagan sin enfrentarse a riesgos graves, si no se mejora la señalización, la vegetación o el entorno urbano.

Para que exista resiliencia, es necesario abordar asuntos normativos, legislativos, administrativos, presupuestales, técnicos. Un claro ejemplo en nuestra ciudad de Mérida, es el paso vehicular subterráneo de la Glorieta de la Paz, que lleva meses inundado y fuera de operación. Es parcialmente cierto que el problema de un nivel freático más alto de lo que nunca ha estado no era fácilmente previsible, sin embargo, tampoco hay la capacidad técnica para evaluar correcta- mente el problema y proponer una solución, y esta carencia obliga a recurrir a organizaciones de la sociedad civil que, aunque con muy buena voluntad aceptan el encargo, proponen la realización de estudios diagnósticos, para los cuales no hay presupuesto disponible. Entonces no hay resiliencia si no existen los instrumentos que permitan ofrecer respuestas oportunas a este tipo de problemas.

Debe aprenderse a construir densamente pero sosteniblemente, la muerte de las ciudades está en la expansión desbordada. Un crecimiento desordenado de células inconexas que no resuelven adecuadamente las necesidades de esparcimiento, educación, convivencia social, y servicios de calidad, acaba por generar una ciudad caótica, lenta si es que no inmóvil, y con muy poca habilidad para reponerse con eficacia ante eventos insuficientemente previstos.

La colaboración es también un asunto vital. Cuando otra ciudad ha tenido una experiencia exitosa, hay que pedirle que la comparta, y aprender lecciones valiosas a partir de ella. Por eso cobra importancia trabajar en coaliciones globales que afortunadamente cada vez son más.

No hay tiempo que perder, las ciudades y sus líderes tanto públicos como privados, tienen que asumir sin demora su alta responsabilidad como los nuevos visionarios del siglo XXI.

“Debe aprenderse a construir densamente pero sosteniblemente, la muerte de las ciudades está en la expansión desbordada». 

 

Raúl Asís Monforte González

Raúl Asís Monforte González

Ingeniero Civil y Maestro en Arquitectura de Paisaje. Presidente del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Energía Renovable y Medio Ambiente A.C.

Email: raul@mienergiamx.com

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