La industria de la construcción en su conjunto y a nivel global, presenta enormes desafíos. Es uno de los motores más relevantes del crecimiento y la prosperidad por el dinamismo que imprime en la economía y por su impacto en una importante y variada cantidad de sectores. Esta vocación de ser protagonista de la fortaleza y estabilidad económica, política y social de un país, significa una gran responsabilidad que tiene que ser asumida con valentía, profesionalismo y profundos principios éticos.
En todo el planeta, existe una gran preocupación por la falta de capital humano derivado del envejecimiento de la población económicamente activa participando en el sector, que alcanza la edad de retiro mientras los jóvenes que se integran a él son insuficientes para remplazar a quienes se jubilan.
La modernización mediante la adopción tecnológica avanzada y la digitalización aún genera resistencias por temores infundados, desconocimiento y deficiente información acerca de la rentabilidad que genera dar este paso.
La amenaza del cambio climático precisa transitar rápidamente hacia la descarbonización de una industria que hoy es responsable de un gran porcentaje de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Esto ya se está haciendo, numerosos centros de investigación están encontrando nuevos materiales con las mismas o mejores prestaciones pero con menor impacto. Todos los fabricantes de maquinaria y equipo de construcción están implementando la electrificación de la fuerza motriz que impulsa dichas máquinas o explorando con el uso de combustibles menos sucios.
En México es urgente que se garantice un crecimiento sostenido que permita al sector recuperar niveles de valor de producción que han ido en constante descenso desde hace más de una década. Esto solo puede lograrse con mayor inversión en infraestructura y que ésta sea construida por las empresas formales del giro, con contratos asignados mediante procesos transparentes de licitación pública.
Adicionalmente, debe concentrarse esta inversión de manera prioritaria en sistemas de energía y logísticos, sectores estratégicos para la competitividad de nuestro país, sin descuidar las obras hidráulicas, la vivienda, construcción y conservación de escuelas y otros edificios públicos, y muchas otras obras más.
Pero, la obra de construcción más importante y que hoy es también urgente, es una que no la construyen únicamente las empresas del sector, ni solamente los ingenieros y los arquitectos, o los albañiles, plomeros y electricistas, sino que es una tarea que nos corresponde a todos los mexicanos.
Esa obra es la confianza. Ante las divisiones, la violencia verbal que luego deriva en física, las descalificaciones, la ausencia de diálogo fructífero, las amenazas a la certeza jurídica y patrimonial, es urgente construir de nuevo la confianza.
La confianza en nosotros mismos, en nuestra capacidad, en los recursos de nuestro gran país. Pero también entre nosotros los mexicanos y hacia afuera con todas las demás naciones del mundo. Construyamos una confianza sólida, franca, que sea tan fuerte que nunca más nadie pueda dañar o destruir, que fructifique y que se constituya en la base sólida sobre la que forjemos el crecimiento y la prosperidad de todos.