El primer lunes de octubre se celebra el “Día Mundial del Hábitat”. Las Naciones Unidas reconocen esta fecha como una oportunidad para reflexionar sobre los pueblos y ciudades. Pero ¿qué es el hábitat y por qué es importante su discusión en los procesos de desarrollo de los asentamientos humanos?
Lo que no es, ni será
El término hábitat ha sido estudiado y analizado desde diversas ciencias y contextos, por lo que carece de una definición única. En el caso particular del hábitat humano, relacionado con los asentamientos humanos, es posible construir una noción a partir de lo que no es.
Primero, el hábitat no se limita solo a los aspectos físicos, ni a los factores bióticos o abióticos, ni es únicamente el espacio construido en el que vivimos. Lo que diferencia el hábitat humano del ecológico somos justamente nosotros: el ser en el espacio. Cuando habitamos, trascendemos la necesidad básica de supervivencia e imprimimos —al igual que el hábitat imprime en nosotros— una carga simbólica en los lugares, comunidades y otros elementos con los que convivimos. Esto nos lleva a la segunda cuestión.
El hábitat no es solo la ciudad, lo rural o la vivienda; su escala puede ser tan amplia o acotada como las relaciones, dinámicas y simbolismos que desarrollamos en él. Esto no implica que lo global, nacional, estatal, municipal o metropolitano sean nociones incorrectas, sino que se reconoce la interrelación y mutua influencia de estas demarcaciones, que por institucionalidad y practicidad establecemos para organizarnos. Esta noción nos lleva al tercer punto.
El hábitat no es un proceso lineal, estático ni temporal, sino que está influido y determinado por múltiples elementos, actores y procesos, así como por eventos pasados y la previsión de lo que sucederá en el futuro. Estas características lo mantienen en constante mutación y transformación.
El hábitat como sistema
Una vez identificado lo que no es el hábitat, es posible plantear una perspectiva diferente: el hábitat como sistema. Para una explicación más dinámica, propongo una reestructuración de los enfoques y conocimientos sobre esta visión enmarcados en la investigación “¿Qué es el hábitat? Las preguntas por el hábitat” de Echeverría et al. (2009).
El hábitat implica la interrelación entre el medio ambiente, la sociedad y el habitante, a través del acto de habitar. El medio ambiente está compuesto por estructuras tangibles, tanto naturales como construidas; son aquellos espacios, paisajes y territorios en los que nos auto-organizamos, es decir, el lugar. La sociedad, por su parte, abarca los patrones sociales, económicos, políticos e institucionales que forman la cultura y nuestras formas de vida social. Finalmente, el habitante, es el ser humano individual que piensa, siente y cree, influyendo y siendo influido por el mundo; es quien crea la cotidianidad. (1)
Cada uno de estos elementos está integrado y relacionado a través del acto de habitar. Habitar implica la integración de prácticas sociales, productivas y generadoras de sentido. Es decir, construimos tanto redes funcionales físicas, como redes simbólicas de relaciones significativas. Este acto tiene como mediadores la técnica, el lenguaje y el cuerpo: lo técnico construye espacios como viviendas y ciudades mediante herramientas e instrumentos especializados; el lenguaje lo hace a través de normas, formas de vida y discursos; y el cuerpo lo produce mediante experiencias y significados.
Los elementos del hábitat y los procesos de habitar no interactúan de manera aislada, sino que se determinan mutuamente. Sin embargo, en el contexto actual, parece existir una omisión del hábitat como sistema. Habitar se ha reducido a la creación de lo físico, como calles, parques o la expansión de las ciudades, tomándolos como espacios impersonales con fines únicos, dejando en segundo plano su carga simbólica.
La Plaza Grande, la calle 60 y el Corredor Gastronómico: pérdidas del habitar en el hábitat
En las ciudades contemporáneas, la hiperinstitucionalización de lo urbano y la instauración de códigos estéticos, sociales, funcionales y simbólicos universales han terminado por vulnerar la capacidad de los habitantes de apropiarse del espacio, tanto discursiva como materialmente. (Echeverría et al. 2009, 65)
Un ejemplo de esto en nuestra ciudad son las recientes intervenciones —altamente criticadas y poco socializadas— en la Plaza Grande, la calle 60 y el Corredor Gastronómico, que han respondido a estéticas urbanas «modernas» y han diluido el significado histórico y cultural que estos espacios tenían para los meridanos, en un intento de mejorar la accesibilidad y peatonalizar la calle. Este mismo patrón se repite en otras zonas y escalas: la pérdida de identidad en las viviendas populares yucatecas, los espacios públicos neutros como el Parque de la Plancha, o las nuevas formas de crecimiento urbano. El habitar como un proceso de producción individual y colectiva se ha ido diluyendo.
La pérdida de las expresiones urbanas
La estandarización de lo que debe entenderse como ciudad está construyendo modelos estéticos, tanto físicos como espaciales. En las transformaciones y renovaciones urbanas, esto ha inhibido las expresiones de nuestros usos, costumbres y prácticas en el espacio, ofreciendo a cambio una pseudo mejora en la habitabilidad.
Esta habitabilidad, al derivarse de la institucionalización, está definida por esa misma lógica, con elementos mínimos para el desarrollo de la vida funcional, como las redes de servicios, el suelo, la infraestructura, la vivienda, el transporte, los centros de trabajo, entre otros. Sin embargo, en una visión más amplia del término, la habitabilidad también debería referirse a la sostenibilidad social desde lo individual, cultural y psicosocial, garantizando nuestros derechos humanos y el derecho a habitar según lo que somos, exponiendo nuestros códigos, huellas y palabras como parte de esa configuración del hábitat al habitar la ciudad. (Echeverría et al. 2009, 77)
Entender el hábitat es vislumbrar el todo, interconectar lo tangible, lo intangible, las escalas, el tiempo, lo social y lo individual. Repensar la forma en la que se están transformando los asentamientos humanos es indispensable para generar un desarrollo justo y equitativo, en el que todos seamos partícipes y motores de cambio en nuestros entornos.
El Día Mundial del Hábitat nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre cómo las transformaciones urbanas impactan en nuestra sociedad y en nuestra vida cotidiana. En el caso específico de Mérida, ¿qué opinas sobre las últimas intervenciones en nuestros espacios públicos? ¿Consideras que se está asegurando la preservación de nuestras identidades y el derecho a habitar plenamente nuestros espacios?
(1) Cabe aclarar que los elementos presentados, no son más que nombres que encabezan sistemas y subsistemas igual de entrelazados y complejos que el hábitat mismo. Cada uno —Medio Ambiente, Sociedad, Habitante— está constituido de la misma manera por estructuras (ambiente), patrones (sociedad) procesos (habitar) y significado (habitante).
Referencia:
Echeverría Ramírez, Maria Clara, Fabián Beethoven Zuleta Ruiz, Felipe Gutiérrez Flórez, Carlos Mario Yory, Jorge E. Sánchez Ruiz y Edinson Muñoz. ¿Qué es el hábitat? Las preguntas por el hábitat. Medellín, 2009.