La calle está llena de motociclistas, pero nadie los ve
En las calles de Yucatán, los motociclistas están en todas partes: en los semáforos, en los repartos, en las orillas del tráfico. Pero, aunque su presencia es evidente, su reconocimiento institucional, vial y humano es casi nulo. Son los invisibles de la movilidad.
Ser invisibilizado no significa no existir, sino no ser considerado en la toma de decisiones. Las políticas públicas, la infraestructura urbana y hasta el lenguaje vial suelen priorizar a los automovilistas y dejar a los motociclistas como un elemento incómodo, ruidoso y riesgoso, pero necesario.
La motocicleta no es un lujo ni una afición. Es, para muchas personas, su único medio de transporte. En 2024, en Yucatán hay casi 288 mil motocicletas registradas. Muchas de ellas son utilizadas por trabajadores, madres, repartidores y jóvenes estudiantes. Sin embargo, siguen siendo vistos como los “imprudentes”, los “rápidos”, los que “se meten”.

Esta percepción se traduce en exclusión: no hay infraestructura pensada para ellos, ni campañas de respeto, ni políticas que reconozcan su vulnerabilidad. Los carriles no los contemplan. Los reglamentos rara vez los protegen. En muchos casos, las autoridades sólo los notan cuando ya están en el suelo, tras un accidente.
En 2024, al menos 163 motociclistas fallecieron en siniestros viales en Yucatán. La falta de respeto al espacio del motociclista, el exceso de velocidad de todos los vehículos, o la impunidad con que se conducen muchos automovilistas, forman parte de los factores por los cuales estos accidentes ocurren.
Programas como “Chambea Seguro”, que entrega cascos certificados a trabajadores en moto, son un primer paso. Pero no basta con entregar equipo de protección si el resto del entorno sigue siendo hostil. Dotar de cascos sin modificar la conducta del entorno, sin mejorar las vías o sin educar a los automovilistas, es como entregar paraguas a personas en medio de una tormenta eléctrica.
La verdadera movilidad no debe medir su éxito por cuántos autos circulan, sino por cuántas personas se mueven seguras. Y eso sólo será posible cuando dejemos de ignorar al motociclista. Reconocer su existencia es el primer paso para proteger su vida.

