¿Vivienda del futuro?

En días recientes, en el chat del Colegio Yucateco de Arquitectos, se compartió un video sobre una supuesta “Tiny House de Tesla” ofrecida a un precio extraordinariamente bajo. Si bien esta noticia resultó ser falsa, el entusiasmo que generó revela algo más profundo: el gran interés que existe por soluciones innovadoras, accesibles y sustentables en el ámbito de la vivienda. Y lo cierto es que, aunque Tesla no esté en ese negocio, ya hay empresas que están revolucionando la forma en la que se diseña y se construye el hogar del futuro.

Una de las más comentadas es Boxabl, una startup estadounidense que ha desarrollado una vivienda plegable llamada Casita, la cual es entregada por un camión, como si fuera un mueble plegable. Con apenas 34 m², este modelo incluye cocina, baño completo, espacio para dormir y trabajar. Elon Musk incluso vivió en una por algún tiempo en su base de operaciones en Texas, lo que desató aún más la atención mediática. Aunque su precio no es de $8,000 USD, como se ha dicho en internet —el costo real ronda los $50,000 USD—, sí representa un salto importante en rapidez constructiva, eficiencia energética y flexibilidad habitacional.

Otra empresa que vale la pena mencionar es ICON, que construye viviendas con impresión 3D usando concreto especial. Estas casas pueden fabricarse en cuestión de días y han sido utilizadas tanto en desarrollos residenciales en Austin como en proyectos sociales en Latinoamérica. En paralelo, empresas como Mighty Buildings, en California, están explorando materiales compuestos, automatización y módulos habitacionales que pueden ensamblarse con precisión en fábrica y trasladarse directamente al sitio.

¿Qué tienen en común todas estas iniciativas?

Primero, buscan reducir drásticamente los costos y los tiempos de construcción. Segundo, proponen viviendas con un enfoque altamente sustentable, integrando sistemas de generación solar, recolección de agua y eficiencia térmica pasiva. Y tercero, enfrentan el mismo obstáculo principal: regulaciones urbanas con poco sustento técnico y que buscaban sólo la recaudación, pensadas para el siglo XX, no para el XXI.

En México, donde los costos del suelo, la infraestructura y la gestión de trámites burocráticos encarecen significativamente la vivienda social, estos modelos abren una ventana para repensar no sólo el producto arquitectónico, sino el sistema mismo que lo hace posible. Si un modelo como Boxabl puede entregarse listo para habitar, ¿por qué seguimos obligando al usuario a conectar servicios públicos deficientes, costosos y que muchas veces ni siquiera existen?

Hagamos un ejercicio simple con la vivienda económica que promueve actualmente el gobierno federal: si este inmueble de 60 m² cuesta alrededor de $600,000 pesos, y de esa cantidad la mitad corresponde al terreno, trámites e infraestructura, ¿qué pasaría si se pudiera destinar todo el presupuesto a la edificación en sí? ¿Y si esa edificación fuera autónoma, portátil y energéticamente eficiente?

Tal vez no es tiempo de encargarle una casa a Elon Musk, pero sí de mirar de cerca a quienes —con tecnología, diseño y propósito— están construyendo desde ya las viviendas del futuro. La verdadera revolución quizás no vendrá de Tesla, sino de una nueva mentalidad abierta a la experimentación, a lo compacto, a lo modular. Por mi parte, empiezo a dar los primeros pasos experimentando con la herramienta del ChatGPT, ¿por qué no?

Ricardo Combaluzier Medina
Arquitecto y Maestro en Gestión del Espacio Público. Vicepresidente de la CANADEVI, ha sido presidente del Colegio Yucateco de Arquitectos. Socio de construcasa.com y de Adagio Arquitectos.