Hoy en día, a escala nacional e internacional, la ciudad Mérida es un referente de una vida apacible y sin sobresaltos. La ciudad ha logrado consolidarse como una “marca urbana” que se distingue como un lugar atractivo y seguro para visitar, conocer, caminar, aprender, disfrutar de su oferta cultural, comprar, comer, divertirse e incluso vivir. Además, se destaca por tener uno de los Centros Históricos más grandes del país, caracterizado en buena medida por sus edificaciones de corte neoclásico y ecléctico que le han dado una identidad que los expertos califican de “señorial”.
El Centro Histórico de Mérida es una zona bastante heterogénea, con espacios pluriclasistas y plurifuncionales. La parte sur se ha caracterizado por ser el espacio de la vivienda deteriorada, del comercio popular, del abasto de la población de bajos ingresos que habita en las colonias del sur de la ciudad y de la población del interior del estado. Por el contrario, algunas zonas del norte, que durante la segunda mitad del siglo XX pasaron por el abandono y el deterioro, se encuentran, desde hace casi dos décadas, en medio de una serie de transformaciones socio-espaciales entre las que destacan la turistificación y lo que se puede llamar un incipiente proceso de gentrificación. En esta parte del Centro Histórico, como parte de estas transformaciones, podemos constatar la diversificación de la población en una clara mezcla social en la que aumenta la presencia de turistas que visitan o que residen en la ciudad, una clara recalificación del espacio público derivado de las prácticas turísticas y una centralidad definida por y para los visitantes temporales o permanentes. Es un nuevo modo de habitar el espacio urbano basado en el ocio, el consumo y el recreo, tal como lo practican los turistas.
Pero estas son transformaciones que al mismo tiempo se combina con muchas continuidades, pues siguen ahí los antiguos residentes, los de las familias yucatecas, muchos de ellos de edad avanzada que no han querido abandonar sus casas ni dejar el centro de la ciudad y que en su mayoría son jubilados, comerciantes en activo, empleados públicos o profesionistas. En fin, son personas que a pesar de la baja de sus niveles de vida atribuida a la edad, todavía pertenecen a las clases medias de la ciudad de Mérida.
Ciertamente la gentrificación en el Centro Histórico de la ciudad de Mérida resulta incipiente, y si se quiere, tardía, sobre todo si lo comparamos con otras ciudades mexicanas donde se presenta este fenómeno. Sin embargo, podemos afirmar que se trata de un proceso que está presente y, por la tendencia que se observa, también en crecimiento. Destacaré aquí el papel que juegan algunos actores gentrificadores que han dinamizado el proceso en la parte norte del Centro Histórico. En primer lugar, mencionaremos al gobierno, a través de algunas políticas públicas encaminadas a la revitalización y a la turistificación en las que el Centro Histórico se convirtió en el principal atractivo turístico de la ciudad. Los esfuerzos gubernamentales se aprecian en el número de llegadas de turistas que pernoctan en la ciudad de Mérida que casi se duplica entre el 2007 y 2019.
En segundo lugar, están los sectores de población nuevos que llegan a vivir al centro de la ciudad, los así llamados turistas de segunda residencia que vienen de Estados Unidos, Canadá y, en menor número, de Europa. Estos extranjeros de clase media, con el capital económico y cultural propio de sus países de origen, poseen estilos de vida y patrones de consumo que contrastan de forma muy visible con los de la población local. Las casas del Centro Histórico de la ciudad de Mérida constituyen un factor central de atracción de estos nuevos residentes, quienes pueden satisfacer sus aspiraciones de estilo de vida aprovechando las ventajas del tipo de cambio. En este proceso de revitalización habitacional se pueden encontrar algunas calles cuyas casas están, casi en su totalidad, remodeladas. Ahora los nuevos residentes y los antiguos residentes yucatecos de estos barrios comparten muros, banquetas, calles, pero no estilos de vida. Las casas remodeladas y embellecidas de los extranjeros contrastan con las casas envejecidas y algunas veces muy deterioradas de los antiguos residentes. La dinámica en esta área es la de dos mundos paralelos, en la que la distancia no es tanto física como económica, cultural y simbólica y es que la proximidad física no es garantía de una proximidad social, pues el espacio no es el único obstáculo de la comunicación y la distancia social no siempre se puede medir en términos puramente físicos.
En el tercer lugar de los agentes gentrificadores se encuentran los diferentes empresarios que invierten en la compra-remodelación-venta de casas, en la creación de hoteles y su variante de Airbnb, en la apertura de restaurantes, bares, tiendas y galerías de arte. En efecto, en la parte norte, se evidencia hoy en día, una oferta comercial antes no conocida que incluye: la aparición de tiendas de artesanías de autor, de restaurantes de diversa índole, muchos de ellos así llamados gourmet (sofisticados en su menú y en su mobiliario, además de caros); el embellecimiento de algunos parques y la inauguración de un buen número de hoteles, sobre todo los que se denominan hoteles boutique.
En cuanto a las galerías de arte, se puede observar que se han abierto varias desde hace más o menos una década. La mayor parte se ubica en el área donde se ha documentado un cierto proceso de gentrificación y se concentran en dos puntos en una suerte de gallery closter. El primer punto, con mayor número de galerías, se hallan en las calles frente al parque de Santa Ana y el segundo se ubica en el barrio de Santiago. Resulta interesante destacar que los nuevos residentes de la zona, los turistas de segunda residencia, no solo son los principales clientes de estas galerías, en ocasiones también son los artistas y hay otros que incluso son revendedores de las obras de arte.
Como podemos observar, la llegada de estos nuevos residentes al Centro Histórico de la ciudad de Mérida ha generado diferentes efectos en lo económico, en lo social y también en lo cultural. Los nuevos residentes son consumidores (pero también detonadores) de la nueva oferta de servicios que se registra en el Centro Histórico, que se basa sobre todo en un nuevo modo de habitar el espacio y que se relaciona con el ocio, el consumo sofisticado y el recreo. Todo esto refleja transformaciones que de alguna manera promueven una marcada diferenciación sociocultural entre los antiguos y los nuevos residentes.
Otro aspecto importante que ameritaría mayor profundidad tiene que ver con el futuro de este espacio social, cultural, urbano, donde un porcentaje alto de los que ahí habitan, tanto yucatecos como extranjeros, son residentes de la tercera edad. El cambio demográfico seguirá generando importantes transformaciones sociales y culturales y, por lo tanto, suponemos, a nivel de política de estado. Al respecto no es ocioso preguntarse, al paso de los años ¿quiénes serán los nuevos residentes de estas casas? ¿Llegará un momento en que la pirámide de edades se invierta? La cuestión patrimonial no es anodina, y menos en el Centro Histórico de Mérida, donde muchas casas en deterioro lo están por problemas de intestado ¿qué pasará con los extranjeros, que debido al marco jurídico de este país además compran a través de un fideicomiso?
«Las casas remodeladas y embellecidas de los extranjeros contrastan con las casas envejecidas y algunas veces muy deterioradas de los antiguos residentes. La dinámica en esta área es la de dos mundos paralelos, en la que la distancia no es tanto física como económica, cultural y simbólica».
Claudia Dávila Valdés
Profesor-Investigador del CIR sociales de la UADY.
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