Existe una estrecha, delicada e indisoluble conexión entre el clima y el agua. Los efectos del cambio climático se hacen ampliamente evidentes a través del agua, ya sea que haya muchísima, como sucede cuando hay inundaciones, huracanes u otras tormentas, o que se encuentre tan escasa, como cuando hay sequías, desertificación, incendios forestales y otros fenómenos.
Este tipo de eventos desafían a una infraestructura avejentada y fatigada de suministro, tratamiento y disposición final de agua. Los bajos niveles de agua que se están presentando en las presas, ponen en riesgo el suministro de energía para millones de personas. Las olas de calor a niveles récord que están experimentando China y la Unión Europea, están creando disrupciones en los suministros, cortes de energía eléctrica, pérdidas agrícolas y racionamiento de agua.
Las empresas de servicios públicos de suministro de agua limpia y de tratamiento de las residuales, son responsables de alrededor del 4 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), y el 70 por ciento de esto se debe exclusivamente al tratamiento de agua.
Adicionalmente, hay que considerar que 8 de cada 10 litros de las aguas residuales, se devuelve al ambiente sin tratamiento. Conforme esta brecha se cierra usando métodos convencionales de tratamiento, las emisiones de este sector podrían experimentar un incremento del 10 por ciento, cuando lo que realmente necesitamos es reducirlas en un 45 por ciento para el año 2030, y alcanzar la neutralidad en 2050. ¿Cómo hacerlo entonces?
Tradicionalmente se ha culpado a las grandes corporaciones de muchos males ambientales, sin embargo, hoy las grandes empresas están demostrando ser las más dispuestas a abordar los problemas tanto del clima como del agua, de la cual son grandes consumidores y también grandes emisores. Ya se han dado cuenta de la importancia del agua y la reducción de emisiones de GEI en sus operaciones de negocio y están dando los necesarios pasos para perfeccionar su desempeño ambiental.
Una gran cantidad ellas han dispuesto hojas de ruta para alcanzar la neutralidad, incluyendo a muchas de ellas persiguiendo el objetivo de alcanzar el nivel de emisiones de magnitud 3 (Scope 3 emissions), que significa no solamente hacerse cargo de sus propias emisiones, sino también de aquellas de las que son indirectamente responsables, tanto aguas arriba como aguas abajo de sus cadenas de valor.
Lo están haciendo porque reconocen que ya no es posible la existencia de un negocio saludable, sin contar con un medio ambiente saludable, y este es precisamente el cambio de paradigma que tendría que estar ocurriendo.
Ahora bien, el verdadero desafío no está en saber establecer objetivos, sino en alcanzarlos realmente, y el enorme valor que tiene como recurso el tratamiento de agua está siendo escandalosamente desperdiciado hasta ahora, por no estar incluido en los planes empresariales de estrategias ESG (Environmental, Social, and Governance).
Tratar el agua residual tiene tanto potencial de aprovechamiento energético, que podría fácilmente ser un proceso neutro en emisiones de GEI, es necesario entenderlo sin más demora.