Nos encontramos en un punto de inflexión para Mérida. La motorización de la movilidad se ha convertido en una problemática que requiere atención urgente, con un incremento insostenible de la congestión vehicular que afecta la calidad de vida de todos los habitantes. El tiempo perdido en el tráfico no sólo genera pérdidas económicas, sino que reduce las oportunidades de interacción social, descanso y cuidado. Además, contribuye significativamente al cambio climático, ya que el sector transporte es la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero en Yucatán, según el último inventario oficial (SDS, 2023).
No existen dudas acerca del origen de esta crisis: instrumentos de ordenamiento obsoletos, una anarquía en la definición de usos de suelo, el crecimiento exponencial de la mancha urbana basado en ciudades dormitorio y la destinación desproporcionada del gasto público a infraestructura para el automóvil han moldeado la ciudad que tenemos hoy.
Del tráfico a la accesibilidad: un cambio de paradigma
Es imperativo transitar de este modelo de ciudad expandida y dependiente del coche hacia uno centrado en la accesibilidad. El objetivo es que las personas puedan alcanzar oportunidades, satisfacer sus necesidades y desarrollarse con facilidad. Si construimos una ciudad con mayor acceso, la necesidad de transportarse largas distancias se reduciría, aumentando la eficiencia de la urbe. La clave para lograrlo reside en potenciar las alternativas de transporte sostenible, en concreto la movilidad activa, que incluye los desplazamientos a pie y en bicicleta.
La bicicleta tiene un potencial enorme para transformar la movilidad en Mérida. Contrario a la creencia popular, su uso no es exclusivamente recreativo. Yucatán es un estado ciclista: el 39.4 % de los hogares posee una bicicleta (INEGI, 2020), y la mayoría de los viajes en este medio se realizan por motivos obligatorios, especialmente para trabajar (Conteo ciclista, Estrategia Misión Cero, 2023).
El concepto de ciclabilidad y el diagnóstico de la red actual
Para que más personas se motiven a usar la bicicleta, es necesario incrementar la ciclabilidad: la capacidad de usar la bici de manera accesible, segura, cómoda y agradable. Esto depende de la calidad de la infraestructura, la extensión de la red, la seguridad de las intersecciones y la densidad de los biciestacionamientos.
Sin embargo, el diagnóstico realizado por el Laboratorio Urbano de la Universidad Modelo (LUM) revela que Mérida no cuenta con una red ciclista propiamente dicha, sino con tramos aislados de ciclovías que suman 217.4 km (mapa 1). Estas ciclovías se caracterizan por su fragmentación: inician y desaparecen abruptamente, se encuentran en mal estado y rara vez se conectan entre sí. Si esta situación se aplicara a la infraestructura para automóviles, sería el equivalente a tener sólo unas pocas calles pavimentadas a kilómetros de distancia y que no lleven a ninguna parte, una realidad que ningún conductor aceptaría, pero que los ciclistas deben soportar.

Mapa 1.
Además, la ciudad está plagada de barreras urbanas que rompen la continuidad. La más restrictiva es el anillo Periférico, con sus altas velocidades y diseño similar al de una autopista. Otras barreras, como el aeropuerto y la X Región Militar, se concentran en el sur de la ciudad, limitando aún más la conectividad (mapa 2).

Mapa 2.
Oportunidades y soluciones para una red integral
A pesar de las limitantes, existen oportunidades claras para fortalecer la red. Un potencial enorme reside en las líneas de tensión eléctrica de 115 V que rodean la ciudad. Por ejemplo, la línea que cruza la periferia oriente entre la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Yucatán y la Universidad Modelo podría convertirse en un camino de bajas emisiones, destinado al tránsito no motorizado y complementado con transporte público eléctrico (mapa 3). Esto crearía un equivalente a las supercarreteras ciclistas de Copenhague o Londres.

Mapa 3.
Otras estrategias incluyen:
- Pacificación del tráfico: Intervenir en calles secundarias y terciarias con medidas para calmar el tránsito, creando zonas de convivencia donde se priorice a peatones y ciclistas, recuperando así el espacio público, especialmente para la infancia.
- Rediseño de intersecciones: Mejorar los cruces más conflictivos para reducir la siniestralidad.
- Repensar las ciclovías: Entender que las ciclovías confinadas no son siempre la mejor solución. Son necesarias en vías con alto volumen y velocidad de coches, pero en el resto de la ciudad pueden ser segregantes. La red ideal debe ser un entramado de múltiples vías conectadas que permitan diversidad de itinerarios.
Conclusión: el momento para la acción
Las ciudades famosas por su cultura ciclista, como Ámsterdam o París, no siempre lo fueron. Su transformación fue impulsada por una lucha social ante una crisis de siniestralidad vial. Yucatán ya enfrenta su propia crisis de seguridad vial, por lo que es el momento de impulsar un cambio en las políticas públicas. El camino está claro: se necesita una visión metropolitana a largo plazo y una estrategia intergubernamental y multisectorial (como señala ITDP, 2011) para convertir a Mérida en una ciudad de proximidad, donde todas las calles sean seguras y accesibles para quienes eligen la movilidad activa. El futuro de Mérida depende de nuestra capacidad para priorizar a las personas sobre los automóviles.
Por Rodrigo Emiliano Casanova Castro, Laboratorio Urbano de la Universidad Modelo
Referencias
SDS. (2023). Inventario de emisiones de gases y compuestos de efecto invernadero del Estado de Yucatán 2010-2023. Recuperado el 30 de septiembre de 2025 de https://sds.yucatan.gob.mx/documentos/IEEGYCEI_del_Estado_de_Yucatan_2010_2023.pdf
INEGI. (2020). Censo de población y vivienda.
Moo-Mendoza F. I., Monsreal-Toraya, E., Becerra-Garcia A, P., Ortega-Gutiérrez A. y Andrade-Ochoa S. (2023). Conteo ciclista Mérida 2023. Estrategia Misión Cero, 1-46
ITDP. (2011). Manual Ciclociudades. Tomo III. Red de Movilidad en Bicicleta.
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