El rescate del Centro Histórico ha sido un proceso paulatino, largo y complejo, producto de diferentes factores asociados al renovado papel que ha ido adquiriendo Mérida a nivel nacional a partir de la creciente oferta de atractivos asociados a la seguridad social, así como del nuevo posicionamiento ganado como destino turístico internacional.
La industria turística ha impulsado la industria hotelera junto con los servicios de consumo asociados, como la gastronomía y artesanía, así como la imagen y marketing correspondiente mediante campañas e inversiones en infraestructura. Esto ha incentivado también la inversión pública y con ello el consumo y uso local lúdico, cultural, recreativo y del tiempo libre, mediante espectáculos, programas especiales para renovación de parques y jardines, ejes urbanos y zonas específicas de los centros urbanos, a través de inversiones en mantenimiento de fachadas, paramentos y soterramiento de infraestructura eléctrica, digital y telefónica, saneando y resaltando así su paisaje urbano característico.
El cambio de paradigma en el centro histórico
Si en décadas previas al cambio de siglo la característica predominante del casco antiguo era la de un ámbito en creciente abandono habitacional y degradación arquitectónica y urbana –derivada del crecimiento comercial doméstico y la centralización de los servicios financieros, administrativos y profesionales para la población residente–, esa condición empezó a cambiar a raíz de la progresiva desconcentración comercial hacia las plazas periféricas y del crecimiento del sector turístico en el país y, en particular, en la vecina ciudad de Cancún. Lo anterior creó condiciones para un proceso de diversificación y expansión de la oferta de servicios para el turismo local y extranjero, a la par del paulatino rescate de la infraestructura y la arquitectura del ámbito central para las actividades de recreación, cultura y esparcimiento, y la llegada de nueva población residente detonada por connacionales y extranjeros que han aprovechado la amplia oferta de predios históricos a precios competitivos, generando un nuevo auge inmobiliario en el Centro Histórico, con su correspondiente impacto en los servicios y dinámica social del lugar.
La progresiva ampliación del tiempo libre en la vida moderna ha generado un proceso de ludificación aparejado a la turistificación del sector central, haciendo coincidir los objetivos de consumo y disfrute de propios y extraños, generando una convergencia de las políticas orientadas al turismo y los residentes urbanos. La oferta cultural del sector público se incentiva así con un doble propósito: la atracción de turismo internacional o nacional y el entretenimiento de la población local, haciendo concurrir al turismo y la recreación social en el espacio público central. Todo lo cual ha fomentado un nicho de oportunidades y el fomento de una cultura turística local, fincada en una identidad yucateca, en el imaginario social, basada en el regionalismo y la exaltación de lo propio que, a su vez, se ha asociado a la propaganda de la industria internacional y nacional del turismo cultural.
En este contexto, el turismo cultural –entendido como segmento de mercado viajero e itinerante con vocación de desarrollo asociado al patrimonio y tradiciones–, ha tenido un papel económico determinante en la orientación de las políticas públicas de saneamiento urbano de las últimas administraciones de gobierno y de la inversión privada reciente en el ámbito histórico de Mérida. Asociándose, poco a poco, a una participación social creciente que ha impulsado esta vertiente de desarrollo en su núcleo histórico, a través de una mayor presencia organizada de organismos ambientalistas y conservacionistas, detonando un creciente protagonismo ciudadano demandante de rescates urbanos, servicios públicos y privados, espectáculos, convivencia y disfrute de los espacios públicos centrales.
Los retos del Centro Histórico de Mérida
Por otro lado, sin embargo, a principios del milenio, el Centro Histórico de Mérida enfrenta simultáneamente retos derivados de un auge que, lejos de ser intrínsecamente benevolente, también presagia y convalida:
- un desarrollo desigual en sus diferentes ámbitos y riesgo de excesiva explotación y direccionalidad en su desarrollo turístico;
- una acuciante mercantilización predial e inmobiliaria;
- una acelerada gentrificación social de sus habitantes;
- la trivialización de sus tradiciones e incremento de la informalidad en el uso de sus espacios públicos.
Nuevos conflictos que empiezan a aquejarlos y que auguran un impacto igualmente nocivo si no se regulan a tiempo y de manera permanente, asociando la participación social organizada que sigue siendo incipiente pero necesaria para dar continuidad, consensar y vigilar las políticas públicas en la materia.
El reto mayor está en dar viabilidad al desarrollo y modernización del Centro Histórico y adaptarse a los nuevos tiempos, sin sacrificar sus principales cualidades y valores que le confiere la singularidad patrimonial de la que goza. Su acervo monumental y su arquitectura menor que lo encuadra con homogeneidad y lo integra como un todo dentro de la ciudad requiere, no solo preservarse físicamente, sino incluso restaurarse y renovarse actualizando sus usos y funciones al mismo tiempo que se restituye su unidad perdida con arquitectura de integración, solventando los obstáculos y rezagos que actualmente existen en su normatividad. Todo ello asociado a un equilibrio en el saneamiento de sus diferentes zonas.
La participación de las organizaciones de la sociedad civil: indispensable
Para ello se hace indispensable una mayor y efectiva participación de las organizaciones de la sociedad civil que medien entre los intereses del sector privado y el sector público, a fin de hacer prevalecer el interés general de la población. El fomento de una planeación estratégica incluyente que ponga a discusión y consenso las obras públicas a realizarse en el Centro de Mérida, aparejada a un trabajo técnico previo que las respalde y garantice su viabilidad cultural y ambiental, resulta imprescindible para equilibrar el desarrollo del espacio público y, con ello, las condiciones de vida de los habitantes y usuarios.
La experiencia del Gran Parque La Plancha, actualmente en construcción, más allá de los problemas, equívocos y controversias en su creación, demuestra que el trabajo a largo plazo de la sociedad civil y la receptividad de las autoridades a dichos anhelos, puede llegar a tener resultados y beneficios concretos para los visitantes, la población en general y para los vecinos del Centro Histórico de Mérida.
El mayor reto del centro histórico de Mérida está en dar viabilidad al desarrollo y modernización para adaptarse a los nuevos tiempos, sin sacrificar sus principales cualidades y valores que le confiere la singularidad patrimonial de la que goza.