Es muy alta la severidad de los costos inmediatos, tanto en términos humanos como económicos, relacionados con el Covid-19, de eso no hay ninguna duda. Las primeras cifras y estadísticas que ya están fluyendo, de cómo cierra el 2020 en materia de empleo, crecimiento, cierre de empresas, y otros problemas relacionados, son apenas las primeras fichas que caen, en lo que será un efecto dominó provocado por esta crisis, que en el mediano plazo impondrá amenazas sistémicas a la economía mundial.
El Foro Económico Mundial acaba de publicar la decimosexta edición de su Reporte de Riesgos Globales 2021, en el que advierte de la amenaza sin precedentes que ejerce sobre el tejido social la creciente desigualdad económica, mientras pronostica una sumamente frágil estabilidad geopolítica para los próximos 5 a 10 años, y pone la alerta también en el crecimiento de la brecha digital que cancela para miles de millones de personas la posibilidad de acceder a las herramientas tecnológicas que son indispensables para un adecuado desarrollo económico y generación de prosperidad.
Desde luego, la premura y la urgencia de atender el gran problema de salud y sus consecuencias económicas ha acaparado la atención, sin embargo los riesgos medioambientales continúan ahí, amenazando a la humanidad, y permanecen dominando los primeros seis sitios del reporte de este año, que divide los riesgos en dos segmentos: por probabilidad de ocurrencia, y por magnitud del impacto. En ambos casos, aunque en diferente orden, 4 de los primeros 6 riesgos, son de tipo medioambiental.
Estos problemas y sus ramificaciones, definirán la efectividad de nuestras respuestas ante otras amenazas clave, dentro de las cuales la más notable es el cambio climático.
Y la organización de la sociedad, cuando en los últimos tiempos se ha debilitado la cohesión comunitaria, y se ha vuelto frágil la cooperación internacional, precisa con urgencia la aparición y consolidación de grandes liderazgos, que sean capaces y hábiles para encauzar las voluntades de los seres humanos, colocándolas en la ruta correcta que nos lleve a vencer exitosamente los retos que tenemos enfrente.
Todos tenemos un poco de vocación hacia ese liderazgo, a diferentes niveles y magnitudes, dentro de nuestras familias, en la empresa para la que laboramos, en el barrio o colonia donde habitamos, la ciudad, país o región del mundo. Y en el ejercicio de ese liderazgo, deben imperar muchas cualidades y valores que deben cultivarse y practicarse cotidianamente. De todos ellos, probablemente la confianza tenga que ser un pilar fundamental.
La confianza está alcanzando niveles mínimos históricos, tanto entre gobernantes y gobernados, como entre la sociedad y las instituciones, y es precisamente ahí donde los verdaderos líderes necesitan enfocar sus esfuerzos y talento, la confianza tiene que construirse ahí donde no existe, reconstruirse ahí donde ha sido lastimada, y conservada ahí donde ya se logró, pero se encuentra amenazada.
Los grandes líderes globales y locales, tienen que asumir esa misión como prioritaria, y ejercerla con muy alta responsabilidad, siendo factores de armonía en lugar de división, construyendo las bases fundacionales sobre las cuales podamos superar la hiriente pobreza y la desigualdad que reinan hoy en un mundo convulsionado.
Es muy alta la severidad de los costos inmediatos, tanto en términos humanos como económicos, relacionados con el Covid-19, de eso no hay ninguna duda. Las primeras cifras y estadísticas que ya están fluyendo, de cómo cierra el 2020 en materia de empleo, crecimiento, cierre de empresas, y otros problemas relacionados, son apenas las primeras fichas que caen, en lo que será un efecto dominó provocado por esta crisis, que en el mediano plazo impondrá amenazas sistémicas a la economía mundial.
El Foro Económico Mundial acaba de publicar la decimosexta edición de su Reporte de Riesgos Globales 2021, en el que advierte de la amenaza sin precedentes que ejerce sobre el tejido social la creciente desigualdad económica, mientras pronostica una sumamente frágil estabilidad geopolítica para los próximos 5 a 10 años, y pone la alerta también en el crecimiento de la brecha digital que cancela para miles de millones de personas la posibilidad de acceder a las herramientas tecnológicas que son indispensables para un adecuado desarrollo económico y generación de prosperidad.
Desde luego, la premura y la urgencia de atender el gran problema de salud y sus consecuencias económicas ha acaparado la atención, sin embargo los riesgos medioambientales continúan ahí, amenazando a la humanidad, y permanecen dominando los primeros seis sitios del reporte de este año, que divide los riesgos en dos segmentos: por probabilidad de ocurrencia, y por magnitud del impacto. En ambos casos, aunque en diferente orden, 4 de los primeros 6 riesgos, son de tipo medioambiental.
Estos problemas y sus ramificaciones, definirán la efectividad de nuestras respuestas ante otras amenazas clave, dentro de las cuales la más notable es el cambio climático.
Y la organización de la sociedad, cuando en los últimos tiempos se ha debilitado la cohesión comunitaria, y se ha vuelto frágil la cooperación internacional, precisa con urgencia la aparición y consolidación de grandes liderazgos, que sean capaces y hábiles para encauzar las voluntades de los seres humanos, colocándolas en la ruta correcta que nos lleve a vencer exitosamente los retos que tenemos enfrente.
Todos tenemos un poco de vocación hacia ese liderazgo, a diferentes niveles y magnitudes, dentro de nuestras familias, en la empresa para la que laboramos, en el barrio o colonia donde habitamos, la ciudad, país o región del mundo. Y en el ejercicio de ese liderazgo, deben imperar muchas cualidades y valores que deben cultivarse y practicarse cotidianamente. De todos ellos, probablemente la confianza tenga que ser un pilar fundamental.
La confianza está alcanzando niveles mínimos históricos, tanto entre gobernantes y gobernados, como entre la sociedad y las instituciones, y es precisamente ahí donde los verdaderos líderes necesitan enfocar sus esfuerzos y talento, la confianza tiene que construirse ahí donde no existe, reconstruirse ahí donde ha sido lastimada, y conservada ahí donde ya se logró, pero se encuentra amenazada.
Los grandes líderes globales y locales, tienen que asumir esa misión como prioritaria, y ejercerla con muy alta responsabilidad, siendo factores de armonía en lugar de división, construyendo las bases fundacionales sobre las cuales podamos superar la hiriente pobreza y la desigualdad que reinan hoy en un mundo convulsionado.
Raúl Asís Monforte González
Ingeniero Civil y Maestro en Arquitectura de Paisaje. Presidente del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Energía Renovable y Medio Ambiente A.C.
Email: raul@mienergiamx.com
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