Le gustaba mucho apostar, y perder, grandes cantidades de dólares en efectivo en Las Vegas, se dice que era su forma preferida de lavar dinero. A finales de 2006 o principios de 2007 era el jugador que mayor cantidad apostaba en el Venetian, su casino favorito. En el libro “El Robo del Siglo” se relata que se hizo famoso entre los empleados del lugar por haber apostado una vez cien mil dólares en una ronda de Bacará sin saber cómo jugarlo. Por supuesto, perdió la apuesta.
Ese comportamiento extravagante llamó poderosamente la atención de las autoridades norteamericanas, que después de investigarlo y acusarlo de estar también involucrado en el tráfico de drogas sintéticas, no pudieron probar su culpabilidad y más tarde fue extraditado a México. En una casa que poseía en Las Lomas, las autoridades mexicanas encontraron durante un cateo hace poco más de quince años, doscientos cinco millones de dólares en efectivo y varias armas, se trata del “empresario” chino Zhenli Ye Gon, quien después del decomiso publicó un video en el que se declaraba inocente y acusó a políticos mexicanos de haberlo extorsionado, haciendo hiper famosa la frase “coopelas o cuello”.
Pero no es que quiera yo hablar hoy de drogas, lavado de dinero o crimen organizado, solamente quise recordar esa singular frase que se volvió casi tan famosa como la Chiquitibum en el mundial México 86, ya que a finales del año pasado, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres colocó en el plano global una frase similar en su discurso inaugural de la COP27 en Sharm el-Sheikh, nada más que expresada con un poco más de propiedad: Cooperamos o perecemos.
Al pronunciarla Guterres, establecía también la necesidad urgente de que los gobiernos del mundo se sacudieran un poco la distracción de la guerra en Ucrania, el combate a la inflación y la crisis energética, para que finalmente decidieran todos, ahora sí, cooperar efectiva y activamente para reducir y neutralizar las emisiones de gases de efecto invernadero, y así evitar condenar a las generaciones futuras a perecer irremediablemente.
Y no es que los otros problemas sean menos importantes o urgentes, de hecho forman parte y se entrelazan en una situación que ha generado ya incluso que se acuñe un nuevo término denominado policrisis, de la que la crisis climática forma parte fundamental.
Ahora es necesario un gran pacto, un pacto de solidaridad y no uno de suicidio colectivo, como continuó señalando Guterres. Los progresos desde que empezamos a hablar del clima hace décadas, han transcurrido demasiado lentos y han sido insuficientes para contrarrestar el abominable crecimiento de las emisiones con el consiguiente incremento de las temperaturas. Es como estar en una carrera cuya meta es el infierno climático, con el pie pisando a fondo el acelerador.
En este tema, siempre se ha puesto de manifiesto una pugna aparente entre el desarrollo económico y el bienestar ambiental, pero ya no lo es más, hoy hacer lo correcto también es un mejor motor de la prosperidad y la equidad social.
Hemos llegado al punto de que coopelas, o cuello.