
Una ciudad bien gestionada no margina por clases sociales, sexo, género o raza. Lamentablemente esto no siempre se cumple y muchos grupos sociales y culturales se separan o terminan dividiéndose en barrios; para bien o para mal. En primera instancia puede ser porque comparten historia y cultura, lo cual es muy válido e incluso útil para socializar y desenvolverse en un espacio que les resulte familiar; sin embargo, en otros casos estos barrios simplemente aglomeran a personas con oportunidades escasas de crecimiento económico.
Pensemos por ejemplo en el caso de los chinos y su llegada a principios del siglo pasado en Yucatán. En 1903, el entonces gobernador, Olegario Molina Solís y el hacendado Rafael Peón acordaron traer inmigrantes chinos al estado con el propósito de que trabajaran en las haciendas. Y no sólo llegaron chinos, también vinieron coreanos y cubanos.
(Imagen tomada de Punto Medio)
En el caso de los chinos, su barrio estaba conformado mayormente por hombres solteros, por lo que los capataces aprovechaban para arreglarles un matrimonio. Con ello, los hacendados decidían prácticamente con quien se casaban, además de trabajar como esclavos; porque eso significaba realmente el peonaje.[1] Debido a estas condiciones tan deplorables y a las enfermedades que constantemente padecían, los chinos empezaron a formar su barrio en Mérida. Mas no con esto mejoraron sus oportunidades, ya que en los años 30 sufrieron de mucha discriminación y xenofobia. Esto ha cambiado, los chinos de este nuevo siglo son dueños de negocios, restaurantes e incluso impulsores culturales; aunque todavía sufren de discriminación; ya sea porque se piensa que la calidad de sus productos no es buena, por su forma de hablar el español o simple envidia debido al éxito obtenido en sus inversiones.
Asimismo, hay otros grupos que sufren de discriminación y no por ser extranjeros. Tal vez no vivan en barrios o tal vez sí, y son parte fundamental de la urbe. Si hablamos de las mujeres y la ciudad, el panorama nos dice que aún falta camino por recorrer para hacerlas más inclusivas. Entre los atributos que se buscan conseguir es la seguridad, la equidad, la mejora del transporte seguro y la cero discriminación.[2]
(Imagen de Confidencial Colombia)
Incluso si se piensa en tecnología, estaría bien contar con una aplicación que nos muestre cuantos espacios disponibles de estacionamiento hay para madres o personas con discapacidad en los establecimientos. Por ejemplo, en Colombia existe una app (Ellas) para ayudar a las mujeres víctimas de violencia, la cual les dice los pasos a seguir para recibir atención. Otra aplicación es SafeitPin; ésta registra los lugares más peligrosos para las mujeres; y como cuenta con GPS, crea rutas seguras en lugares como Bogotá, Nueva Delhi y Nairobi.
Aunque estas aplicaciones son muy útiles para las mujeres, lo ideal es que no tuviesen que pasar por momentos de violencia, agresiones o simplemente sentir miedo al salir a la calle. La desigualdad de género que engloba el uso del espacio público se traduce en “la imposibilidad de disfrutar a plenitud de cualquier lugar, de transitarlo y practicarlo sin más”.[3]
Lo ideal también sería que las mujeres estuviesen más incluidas en la participación política, laboral, cultural y artística. Que haya más apoyos para aquellas madres que quieran trabajar o estudiar; que las mujeres embarazadas no estén impedidas de conseguir un empleo digno para poder ayudar en la economía de su hogar.
(Imagen Revista CLAVE!)
De tal forma, cuando se piensa en un proceso de urbanización se debe contemplar a cada uno de los grupos que conforman la ciudad, porque así contaremos con intercambios culturales, sociales, de comercio y de oportunidades, que finalmente afectan positivamente el desarrollo de la urbe e incluso del país. En la actualidad, las ciudades son responsables del 80% del PIB (aproximadamente) generado a nivel mundial.[4] Por lo tanto, hay que pensar en que vivimos en una comunidad, si ayudamos a los demás, en realidad nos ayudamos todos.
[1] https://majitomorenaza.wordpress.com/2013/12/11/los-chinos-en-yucatan/
[2] https://elpais.com/elpais/2015/10/13/mujeres/1444708800_144470.html
[3] Cedeño Pérez, Martha Cecilia. “Relaciones, prácticas y tránsitos cotidianos en un parque público urbano”, Hojas Universitarias, España, 2002. Pág. 48
[4]Cifra tomada del Banco Mundial.

Alma Chacón Lizarraga
Editora de textos creativos, publicidad y artículos de interés. Reseñista, traductora y emprendedora de cualquier actividad que requiera mejorar la comunicación entre personas y ciudadanos.
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