
Desde que decidí asistir a los eventos de índole artística en mi ciudad natal, Mérida, a inicios del siglo XXI, pude darme cuenta de la gran oferta cultural que ha sucedido en los diversos espacios enclavados sobre todo en el Centro. Hasta el 2019, es cierto que continúan ofertándose cada vez más exhibiciones, conciertos, funciones de teatro y demás manifestaciones artísticas. También es cierto que se han incrementado los recintos en donde ocurren estos sucesos, aprovechándose las posibilidades del Centro de la ciudad, como un núcleo en donde suelen converger la mayor parte de estas interacciones. De antemano se conoce que la labor de los dirigentes de dichos espacios no es fácil, especialmente en una zona con un poder adquisitivo mucho menor de lo que puede obtenerse en metrópolis como Guadalajara, Monterrey o la Ciudad de México.
(Imagen: Revista Yucatán)
No obstante, considero que debido a esta concentración de los recintos culturales en algunas calles del Centro (porque casi todos se encuentran a no más de 5 cuadras de la Plaza Principal) ha producido una saturación que justifica la apertura de espacios nuevos en puntos geográficos, aparentemente inusuales, en primera instancia. Por ejemplo, el Centro Cultural del Sur, con un uso orientado a los pobladores localizados en ese punto cardinal de la urbe, ayuda a ampliar este radio de acción. Sin embargo, es iluso pensar que con esto. y con eventos que han generado mucha tracción como la Noche Blanca, se completan las propuestas culturales para los meridanos.
Los esfuerzos en este ramo, llevados a cabo en recientes años, mayormente se han dirigido desde dentro y hacia el Centro. Este fenómeno centralista descarta la posible inclusión de las personas pertenecientes a alguna de las 45 comisarías que también conforman el municipio, las cuales difícilmente pueden acceder a la oferta cultural, ya sea por razones de movilidad, presupuesto o por desconocimiento, entre otras más.
(Evento artesanal en Dzityá. Imagen: Sipse)
Tomando en cuenta este planteamiento inicial, podrían considerarse (algunas más u otras menos), cuestiones para analizar con minuciosidad. Podría comenzarse el debate con definir qué es lo que conforma comúnmente dicha oferta y qué es lo que se pudiera presentar en comisarías grandes como por ejemplo Dzityá, Temozón, Komchén, etc. ¿Es pertinente en estos asentamientos la presentación de exhibiciones artísticas, mismas que desde su concepción ya tenían un carácter mercantil enfocado a su adquisición por coleccionistas? ¿O acaso habría que presentar películas palomeras de superhéroes extranjeros con modos y valores bien distintos a los locales, por el simple hecho de que están de moda? Estos dos casos pueden parecer exagerados, pero se dan constantemente sin que se hable con bastante frecuencia de ello. Al menos entre mis conocidos no recuerdo que se planteara si la llamada “cultura” ofrecida en el municipio es entendida como una actividad esnob que forzosamente involucra una transacción monetaria. Tal vez pudiera ser otra cosa, capaz de generar una disrupción en la cotidianidad y cuestionar modelos existentes de convivencia, de subsistencia o de vivienda, por ejemplo.
(Cartón: Chakz Armada)
Regresando al tema: ¿Qué pasa con las comisarías pequeñas, en las que si acaso pasan dos combis colectivas en todo el día? ¿Se puede ser inclusivo sin ser invasivo? ¿Hay talentos en estas poblaciones alejadas de la mancha urbana que pueden no identificarse con los escenarios contemporáneos? ¿Existen en ellas otros creadores, fotógrafos, dibujantes, ilustradores, pintores, danzantes, actores, grafiteros, cantantes, pintores… artistas poco conocidos que quisieran compartir su obra a un público más amplio? Y si no es así… ¿pueden generarse individuos con dichas afinidades a partir de proyectos recurrentes en estas poblaciones, con valores arraigados al contexto local?
(Habitantes de Cholul. Imagen: Sipse)
Más que generar un listado de hipótesis o de enarbolar respuestas contundentes, este texto recalca que tanto la comunidad artística hacedora de proyectos culturales, como el público en general, considere (si es que no la ha hecho) algunos de estos planteamientos en la ciudad del futuro en la cual ya estamos viviendo.

Gabriel E. Chacón Lizarraga
Diseñador de productos y Maestro en Ciencias y Artes para el Diseño por la Universidad Autónoma Metropolitana, Campus Xochimilco. Ha sido profesor docente de Creatividad y del Taller de Diseño en la Universidad Modelo. También se ha desempeñado como diseñador gráfico para MVS Radio y como cartonista en La Jornada Maya. Su trabajo principal ha consistido principalmente en conducir la firma personal de diseño, nombrada Chakz Armada.
Ha impartido varios talleres de papiroarmables en diversas instituciones, y de creación de juguetes basados en relatos regionales, con el apoyo de la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida.
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