Supervivencia urbana: no somos peatones de hule

¿Cuántas veces hemos cruzado una vialidad aun cuando vemos automóviles acercarse a gran velocidad? Esto sucede todos los días en la mayoría de los cruces. ¿La causa? Calles sin pasos peatonales, cruces ignorados por los conductores, automovilistas con prisa o con la idea de ir en alguna clase de competencia. Todo ello reduce las posibilidades de cruzar de forma segura y multiplican el riesgo de convertir al peatón en parte de la estadística mortal.

La falta de educación vial encabeza la lista de carencias de muchos automovilistas. Ver a un grupo de personas esperando cruzar es una imagen cotidiana. Cuando un conductor se detiene para ceder el paso, lo correcto hasta parece extraño. El peatón duda, desconfía: no está acostumbrado a que le reconozcan ese derecho. 

El tiempo de espera de un peatón para cruzar la calle puede variar de entre uno y diez minutos. ¿Qué hacer entonces? Cruzar corriendo suele ser la primera opción. Caminar hasta un cruce mal señalizado, la segunda. Invertir más tiempo para poder cruzar es la opción menos deseada, aunque la más utilizada por personas con movilidad reducida, quienes cargan objetos, pasean mascotas o acompañan a niños.

De estas conductas surgen también los llamados “peatones de hule”: aquellos que cruzan sin mirar, fuera de las áreas destinadas y confiados en que nada pasará, como si fueran elásticos frente al riesgo.

¿Quién tiene la culpa de todo este desorden? Todos. Al final, es la suma de decisiones equivocadas de los distintos actores de la movilidad: los automovilistas, que deberían frenar para ceder el paso a los peatones. Aunque esto implique unos minutos más de su tiempo. Las autoridades, quienes deben de analizar las “líneas de deseo” de los peatones y ubicar ahí los pasos peatonales con la señalización adecuada. Y los propios peatones, que deben esperar el momento seguro y cruzar con precaución.

En un escenario ideal, cada actor cumpliría su papel y el tránsito sería más humano y seguro. Pero en este mundo real, ¿qué podemos hacer? Primero, respetar los pasos peatonales, aunque estén apenas pintados en el piso. Segundo, que los peatones se ubiquen en esos espacios para hacerse visibles. Y, finalmente, que las autoridades hagan cumplir la norma y promuevan con seriedad el respeto a los pasos peatonales. Porque no se trata de elasticidad ni de azar: se trata de respetar la vida de los demás.

 

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K. Daniela Xiqui F.
Docente, activista, rescatista y especialista en movilidad urbana, con más de 5 años de experiencia en temas de transporte. Maestra en Movilidad Urbana, transporte y territorio.

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