ANTES Y UN DESPUÉS DE LA PANDEMIA EN LA SALUD PSICOLÓGICA
Hablando de salud psicológica, definitivamente hubo un cambio que marcó un antes y después con la pandemia. Los psicólogos que trabajamos en el área psicoterapéutica a nivel público y privado nos dimos cuenta de ese cambio con el aumento de casos de atención psicológica; el número de casos incrementó y se presentaron motivos de consulta recurrentes por situaciones familiares y situaciones individuales, que coincidían en que experimentaban sentimientos de soledad, ansiedad, depresión, estrés, histeria, neurosis, entre otros síntomas.
No es que surgieran de la nada, muchos de estos problemas de salud mental ya existían en la población, pero las rutinas del día a día por estudios o trabajo no dejaban tiempo para reflexionar sobre los dilemas o problemáticas que teníamos. La llegada de la pandemia irrumpió en estas rutinas; pausó las distracciones e hizo a las personas estar en contacto consigo mismas, con su familia, e irremediablemente surgieron estos sentimientos.
El antes y después se vio muy marcado en el ámbito psicopedagógico, donde los docentes y psicólogos educativos se percataron de que los alumnos empezaban a disminuir su capacidad de atención y su aprovechamiento, debido en parte al cambio de escenario de presencial a virtual, en un sistema al que no estaban acostumbrados ni alumnos ni docentes.
Con la pandemia, la población se dio cuenta también de la importancia de la atención mental psicológica. Antes era común que, cuando se presentaba un padecimiento físico, pronto se acudía al médico correspondiente y se atendía el problema, pero no sucedía lo mismo con la salud psicológica, que la mayoría de las personas iban reprimiendo y dejando para después. Ante la contingencia, muchas personas llegaron al límite de lo que podían aguantar, y ahí está la importancia del autocuidado. Así como acudimos al dentista o al nutriólogo, ir con el psicólogo debe verse como una rama más del autocuidado.
SUPERADA LA CRISIS, ¿TERMINARÁN LOS IMPACTOS DE LA PANDEMIA?
Invariablemente, la respuesta es no. Si bien el impacto de esta enfermedad ya no es de carácter mortal a un porcentaje elevado, sigue siendo potencialmente riesgoso para ciertas personas inmunoreprimidas. Serán los impactos psicológicos y socioemocionales residuales de la etapa fuerte de la pandemia los que más perduren.
Los efectos se harán presentes incluso en los recién nacidos, que son en extremo sensibles al entorno familiar, por lo que un entorno tenso, inestable y lleno de preocupaciones afectará su desarrollo.
En cuanto a los adolescentes y adultos jóvenes que cursan la preparatoria y la universidad, muchos describen la pandemia como una pausa de dos años en los que no saben qué sucedió. Los estudiantes admiten no haber aprendido en las clases virtuales y que el no rendir como antes los lleva a perder de vista sus metas. Los universitarios se preguntan “¿Qué voy a hacer ahora?”; los que estaban a mitad de la carrera ahora están por egresar, habiéndose perdido de valiosas prácticas, especialmente en carreras donde el punto fuerte es aprender haciendo; esos estudiantes dicen “ya tengo mi título, pero hay muchas cosas que no sé, ahora tengo que pagar diplomados, cursos y talleres para complementar esa parte que hizo falta”.
Estos jóvenes desarrollaron durante la pandemia ansiedad y pensamientos depresivos, y muchos presentaron ideaciones y comportamientos suicidas; hay que tener en cuenta que el pensamiento suicida surge ante la falta de respuestas, que conjugada con el aislamiento social se puede hacer más grande. La pandemia nos enseñó que nos falta mucho en materia de prevención, si desde antes nos caracterizábamos como estado y como municipio por una alta tasa de suicidios, en pandemia las cifras incrementaron.
La población adulta también se vio afectada en gran medida; vivían con la inestabilidad de qué va a pasar, pensando “ahora tengo, después no”, y muchos perdieron su trabajo. Empresas cerraron, los trabajadores se quedaron sin empleo. Si tomamos en cuenta la pirámide de Maslow de las necesidades humanas, la pandemia atacó directamente los pilares que sostienen la pirámide: las necesidades básicas. Comida, salud, tener un techo, todo se vio vulnerado; quienes perdieron su trabajo ya no podían pagar renta y tuvieron que deshacerse de bienes para poder sobrellevar la situación.
Algunas personas lo lograron mejor que otras, dependiendo de los recursos y la resiliencia de cada quien, pero la realidad es que la gran mayoría del sector laboral y estudiantil sufrió estragos en su salud psicológica, y ahora les está costando reinsertarse.
Habrá algunas problemáticas que podrán solucionar, pero habrá otras en donde será necesario aprender a vivir con ello. Al fin y al cabo, la pandemia fue un evento que desafortunadamente afectó y sigue afectando a mucha gente, pero, al igual las pandemias pasadas que ha atravesado la humanidad, siempre hay un periodo en el que se acaba; no todas las generaciones pueden decir “sobreviví a una pandemia”. Con esta experiencia ahora espero que podamos prever y hacer frente a los retos futuros en materia de salud.
LAS 5 ESFERAS QUE SE VIERON AFECTADAS POR LA PANDEMIA
Los psicólogos, sociólogos y pedagogos, cada quien, en su nivel de especialidad, seguimos estudiando los impactos de la pandemia en la población. Las consecuencias más graves se pueden dividir en las cinco esferas de la vida:
- Individual:
Esta esfera aporta las necesidades del individuo; va orientada a atender las necesidades físicas, emocionales, mentales, de esparcimiento, espirituales, todo lo que tenga que ver con el autocuidado personal. El individuo debe ver la manera de abastecer esas necesidades por sus propios medios o yendo al entorno a satisfacerlas. Con la pandemia, la libertad de movernos hacia donde quisiéramos se vio coartada por las órdenes de restricción de movilidad. Los únicos lugares a donde se podía ir eran, con suerte, a casas de familiares muy cercanos, ahí empezamos a ver que se dio una limitación para atender nuestras necesidades.
- Familiar
Hubo familias que vivían en lugares distintos, por ejemplo un integrante vive en Mérida y el resto de la familia en otro municipio, y que por las restricciones ya no podían visitarse como antes. La socialización familiar se vio mutilada. Lo que más se vio fue ese distanciamiento obligado al no poder ver a los familiares como uno quería, esa preocupación de que tus familiares se enfermen y fallezcan, o se pongan graves y no poder estar con ellos acompañándolos. Toda esa preocupación empezó a pasar factura.
En esa esfera familiar también comenzaron a surgir asperezas entre los miembros, al chocar las esferas familiares con la individual o de pareja.
- Pareja
En esta esfera se dieron muchos problemas, ya que en la rutina cotidiana los individuos se van cada quien por su lado y pueden ignorar o no afrontar los problemas. El cambio en las rutinas obligó a las parejas a estar juntos bajo el mismo techo por dos años, y entonces comenzaron a surgir realmente los problemas, no necesariamente por cosas nuevas, sino cosas que ya estaban en el fondo.
- Social
El esparcimiento, salir con otras personas y disfrutar, era una necesidad que se vio mutilada totalmente. Ya te limitabas a salir a lo mucho a la esquina, a la tienda, y era salir y regresar. La esfera social se confinó al espacio virtual y esto también pasó factura.
- Laboral
En este ámbito lo que preocupó mucho a las personas era la incertidumbre de si iban a conservar su trabajo, o si les iban a pagar el sueldo completo. Paralelo a ello, los gastos seguían igual que antes: tenían que pagar luz, agua, auto, casa, etc., abonando al estrés y causando ansiedad.
PRINCIPALES EFECTOS A LA SALUD MENTAL
Para hablar de salud mental es importante tener en cuenta los trastornos psicológicos, que son enfermedades mentales; los seres humanos podemos nacer con ellas o desarrollarlas al atravesar alguna situación. Existen otras personas que, ante una situación problemática, pueden presentar rasgos de un trastorno, pero sin que esto signifique que lo padecen. Para estas personas, esos rasgos desaparecen cuando la situación mejora; para quienes ya padecen el trastorno, aunque cambien las circunstancias la enfermedad no siempre desaparece.
Se encontró en varios estudios realizados en hospitales psiquiátricos en la CDMX y en Yucatán, al igual que en el diálogo con colegas psicólogos y con pacientes, un drástico aumento en los casos de ansiedad, tanto ansiedad particular, focalizada hacia algo en concreto, como en ansiedad generalizada, que significa siempre estar en constante estado de alerta, preocupado por algo que ni siquiera es seguro que suceda. Este tipo de ansiedad desgasta física y emocionalmente.
El estrés alcanzó niveles estratosféricos; hubo somatizaciones, es decir, manifestaciones físicas, como irritaciones cutáneas, pérdida de pelo, etc. También se presentaron trastornos y rasgos depresivos. Aparte de todo esto, hubo mucha sintomatología de cambios de humor, enojo, experimentar muchas emociones a la vez, insomnio, fatiga crónica e ingesta excesiva de alimentos.
La pandemia también generó fobias en la población; incrementaron los casos de agorafobia (miedo al exterior, a espacios abiertos y convivir con muchas personas), y hubo quienes lo llevaron al extremo, que pensaban que con poner un pie afuera el virus iba a entrar a su casa; otros desarrollaron fobias sociales, a convivir con la propia familia a pesar de los cuidados.
Hay personas que aún siguen con el estrés postraumático que les dejó la pandemia. Comúnmente conocemos el clásico caso de los soldados que regresan de la guerra, que quedan permanentemente en ese estado de defensa, traumados por todo lo que sucedió; ahora que está pasando la pandemia, se han encontrado personas que aún sienten estrés tras este episodio, que se ve agudizado por las pérdidas familiares o personales.
ACCIONES PARA DAR ATENCIÓN A LOS EFECTOS QUE NOS DEJÓ LA PANDEMIA
Lo primero es llevar a cabo un sondeo de forma individual y grupal con las personas con las que uno convivió durante la pandemia, para autoexplorarnos e identificar qué tipo de afecciones se nos presentaron, si físicas, mentales o emocionales, si se afectó a nivel familiar o laboral. Se requiere un checklist de todas las esferas de la vida, para reflexionar en cómo estábamos antes y cómo estamos ahora. Con base en ello podremos saber si requerimos un tipo de atención psicológica o médica; debemos tener la humildad de aceptar cuando necesitamos ayuda.
Si no tenemos los recursos para ir a un psicólogo, podemos ir a las instancias de gobierno; existen unidades de atención en escuelas, como la UADY y la Universidad Modelo. También es terapéutico el hecho de expresar nuestra situación con amigos, familia u otras personas cercanas con quienes se tenga la confianza de hablar de temas personales, para que nos podamos sentir escuchados. Lo más importante es no aislarnos.