VERDE URBANO. Infraestructura indispensable y urgente

Los espacios verdes son un elemento fundamental del equilibrio ecológico de las ciudades, y por ello han de concebirse como una infraestructura esencial, tan básica y necesaria como las vialidades, el transporte público, las redes de distribución de agua o de energía. Aportan una serie amplia de cualidades que inicialmente se identifican como meramente ornamentales, pero que adicionalmente y tratando de aproximarse a una propuesta ideal de espacio verde, tendrían que brindar el máximo beneficio en dos vertientes complementarias e íntimamente relacionadas entre sí: los aspectos medioambientales y los sociales, que al integrarse de un modo holístico en el diseño y la construcción de los espacios públicos verdes, necesariamente conducirán a experimentar una mejora tangible del ambiente urbano, y por consiguiente, de la calidad de vida de las personas que habitan la urbe. La ciudad moderna y sostenible del futuro, es aquella donde la ecología urbana representa un papel determinante.

Mérida, nuestra hermosa ciudad capital del estado de Yucatán, ya sea por su seguridad, tranquilidad, o su potencial de desarrollo económico y de prosperidad, está experimentando un crecimiento que tiene principalmente tres características notorias: es al mismo tiempo acelerado, expansivo y desordenado. Este fenómeno ya está ocasionando una hipoteca social y ambiental que de no detenerse o revertirse de manera urgente, se convertirá en un adeudo impagable para la siguiente generación de meridanos.

 

 

Este objetivo sólo es posible conseguirlo a través del equipamiento verde, que es precisamente el elemento que ayuda a vertebrar el futuro sostenible de la ciudad; al permitir que sus habitantes accedan a la naturaleza en ejercicio de un auténtico derecho social. El creciente porcentaje de personas que abandonan el medio rural para vivir en las urbes ha generado controversia entre tomadores de decisiones, planeadores, diseñadores, urbanistas y ciudadanos; acerca de cual sería el modelo de ciudad que mejor respondería a la nueva realidad del futuro inmediato; y en este debate se distinguen dos modelos de ciudad: la compacta y la dispersa. Dos modelos que son en esencia divergentes, puesto que se relacionan de manera muy distinta con su propio entorno, con el territorio y con el consumo de recursos naturales, pero que además marcan y definen de diferente manera las relaciones entre los ciudadanos.

En el modelo compacto, el precio del escaso suelo urbanizable incrementa a su vez el costo de adquisición o de renta de una vivienda; pero en cambio suele ser más exitoso al resolver aspectos funcionales como el transporte, el consumo energético per cápita y la contaminación. La principal lectura negativa de las ciudades compactas está en que carecen de espacio público suficiente.

 

Mérida corresponde claramente al modelo expansivo o disperso de ciudad (que no es objetivamente el que va ganando este debate) sin embargo, cuenta con la agravante de que las que deberían ser sus ventajas, no se están haciendo evidentes en este caso. El modelo disperso presenta inconvenientes, como por ejemplo: el del transporte público que se vuelve caro y muy difícil de ordenar en un sistema de rutas eficientes; o el hecho de que consume una gran cantidad de territorio con la consecuente fragmentación y aislamiento de las zonas rurales y naturales, y mayor contaminación ambiental. A cambio, podría ser más generoso en lo que se refiere a zonas verdes públicas.

Mérida ha desbordado desde hace mucho tiempo la contención que pretendía imponerle el anillo periférico, ha crecido sin freno, improvisando infraestructura, sin planeación y apenas reaccionando a remediar la demanda de servicios, sobre todo, escatimando porcentajes de espacio verde tanto público como privado, y con una calidad deficiente tanto en su diseño como en su construcción o instalación. Y los efectos son notorios, incremento de temperatura ambiente, muy alta demanda energética, deficiente recarga del manto acuífero y contaminación del mismo.

Hay que destinar una mayor área de espacio público verde en los nuevos desarrollos, y hay que llenarlos de abundante vegetación, densa, preferentemente con especies nativas; asegurando que cuenten con los elementos que permitan su buen desarrollo y mantenimiento; dando importancia al diseño paisajístico para hacerlos atractivos, y así, los habitantes de esta gran capital los visiten, los utilicen, los vivan, los cuiden y los disfruten.

 

 

 

Raúl Asís Monforte González

Raúl Asís Monforte González

Ingeniero Civil y Maestro en Arquitectura de Paisaje. Presidente del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Energía Renovable y Medio Ambiente A.C.

Email: raul@mienergiamx.com

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