Resulta muy singular la extraña y ansiosa predilección que existe hoy en México por los anuncios, que adicionalmente presenta una estrecha relación de proporcionalidad directa con la poca o nula disposición a convertirlos en acciones concretas.
Esta misma semana ha circulado la noticia de que después de una reunión del Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicano de Negocios con el presidente López Obrador, se ha decidido posponer el anuncio del tercer paquete de proyectos de infraestructura, “hasta que haya un mayor análisis de los avances de las obras contenidas en los dos primeros”, a los que pomposamente se ha llamado “Plan Nacional de Infraestructura” cuando no son más que simples listas que no tienen su origen ni sustento en una estrategia planeada y orientada con un propósito visionario.
Es claro que no hay avances, ya que a esas listas de proyectos jamás se asignan responsables, menos presupuesto, no se les da seguimiento, y se encuentran desarticuladas unas de otras al haberse conformado tomando ideas y sueños de aquí y de allá en forma desordenada y hasta un poco irresponsable.
Hoy, un verdadero plan de infraestructura sostenible tendría que incluir, para hacer de México una nación mucho más competitiva, inversiones históricas en recomponer, ordenar, incrementar y fortalecer la gran red de transporte y logística, incluyendo carreteras, puentes, aeropuertos y puertos que hagan más ágil, económico y limpio el transporte de personas y de mercancías.
También es indispensable transformar radicalmente las fuentes de energía que mueven a toda esa red de transporte, facilitando el avance de la electrificación del sector y el uso de combustibles limpios, orientando todo hacia un ambicioso objetivo de cero emisiones en menos de tres décadas.
Habría que estar diseñando cómo establecer una red nacional de infraestructura de carga para vehículos eléctricos, revisando la factibilidad de impulsar en algunas regiones la producción y utilización de hidrógeno verde, acelerando la implementación de nuevos y más grandes proyectos de generación eléctrica barata, limpia, y renovable, en paralelo con un plan sin precedente de inversión en líneas de transmisión y distribución que garanticen el abasto suficiente y oportuno de electricidad a cada rincón donde es requerida para impulsar desarrollo económico y prosperidad para todos los mexicanos.
Adicionalmente, nos urge contar con internet de alta velocidad, que sea universal, confiable y asequible, para participar en condiciones de equidad en toda clase de posiciones laborales y tener acceso a educación de calidad para todos, cerrando esa enorme brecha digital que se ha formado.
Asegurar el acceso a suficiente agua limpia no solamente es uno de los más básicos y elementales derechos humanos, sino que se ha vuelto condición indispensable para el desarrollo.
Lo anterior precisa de enormes sumas de dinero, lo que vuelve relevante la participación del sector financiero global, al que nuestro país tiene que mostrar señales claras de confianza, mejora regulatoria y respeto irrestricto al estado de derecho.
Lo de menos es anunciarlo, lo importante es que se haga realidad.