
Tras meses de cuidados y confinamiento, las necesidades laborales y económicas demandan que cada vez más personas se tengan que mover por la ciudad. Esta es una realidad inevitable, especialmente en ciudades latinoamericanas donde un gran porcentaje de los empleos no se pueden realizar de manera remota.
¿Qué tan seguro es regresar a las calles?
Aquí es donde se vuelve a poner sobre la mesa uno de los temas pendientes que más adolece Mérida. Una problemática que no se ha logrado solucionar y que desde años atrás afecta la calidad de vida, el bolsillo y, ahora todavía más con la Covid-19, la salud de los habitantes de la zona metropolitana: la movilidad urbana.
Hablar de movilidad urbana implica considerar de manera integral y sistemática los diversos modos de viaje. Esto incluye la muy conocida pirámide de movilidad, cuya jerarquía gran parte de nuestras ciudades tiene invertida: el peatón, el ciclista, el usuario del transporte público, los vehículos logísticos o de carga, y el conductor de un vehículo motorizado particular (ya sea motocicleta o automóvil).
Esta visión integral es de gran relevancia, pues fragmentar el diagnóstico y la planeación de la movilidad urbana a sólo algunos de sus componentes –o a sólo algunas partes del territorio que abarca– trae como consecuencia políticas públicas ineficientes y costosas, que no solucionan realmente la problemática y que pueden, incluso, agravarla.
No obstante lo anterior, si bien todos los modos de viaje deben ser considerados al momento de diseñar nuestro sistema de movilidad, es importante reconocer que el transporte público es el eje central de la movilidad urbana. Esto se ve reflejado en el hecho de que el 47% de la población de Mérida se mueve a través del transporte público(1).
Con esto en mente, MetrópoliMid consultó a expertos locales de organizaciones con años de trabajo a favor del mejoramiento de la movilidad y el transporte público de nuestra ciudad, sobre la situación actual del transporte público en Mérida. De igual manera, entrevistamos al director del Instituto Municipal de Planeación, IMPLAN, sobre las medidas e intervenciones que se han realizado en Mérida para acondicionar nuestras calles y espacios públicos frente a la pandemia.
Se mencionó antes y se reitera: un aspecto positivo que debemos obtener de la pandemia es la oportunidad de reestructurar nuestro espacio y transporte público, para orientarlo hacia las personas y la calidad de vida. En este sentido, existen noticias de una acción concreta en materia de movilidad: el Plan de Movilidad Integral para el Centro Histórico de Mérida.
Plan de Movilidad Integral para el Centro Histórico de Mérida.
Al momento de escribir este artículo aún no se conocen los detalles ni el alcance del Plan, por lo que es demasiado pronto para emitir una opinión sustentada y responsable sobre él. En días próximos podremos ver cómo las medidas afectan, positiva o negativamente a la población, y los beneficios para la movilidad y para la salud de quienes circulan por el centro histórico de Mérida.
Sin embargo, hay dos factores que se consideran motivo de celebración.
1. Se trata de uno de los esfuerzos coordinados más grandes de intervención en materia de movilidad, que implicó la colaboración del gobierno estatal y municipal, así como de organizaciones ciudadanas.
2. Se ven medidas que buscan favorecer al peatón y al ciclista, como ampliar banquetas, destinar senderos más cómodos para el peatón, señalética horizontal para propiciar cruces seguros y bici estacionamientos en espacios públicos para favorecer el uso de la bicicleta. Como toda intervención urbana, no está exenta de riesgos, pero el hecho de darle un espacio y prioridad al peatón es un antecedente importante de un cambio de paradigmas en Mérida.
La reubicación de los paraderos de autobús, por otro lado, es un tema sensible que esperamos responda a una planeación más global del sistema de transporte público de toda la ciudad pues, como comentamos anteriormente, se trata de un factor que debe de verse de manera integral y transversal. No se puede solucionar el tema del transporte público en Mérida únicamente reubicando algunos paraderos. En las siguientes semanas podremos ver los resultados, aunque algunos adelantan que las distancias entre los paraderos es demasiado extensa.
La satanización del transporte público.
Por último, existe un riesgo que debemos evitar: el generar una cultura de miedo al transporte público por la pandemia. Como menciona la Dra. Forti en esta misma edición, “investigaciones recientes sugieren que la propagación del coronavirus mediante el transporte público es mucho menos probable de lo que se temía”. Esto se debe a que los usuarios del transporte no suelen hablar unos con otros –no liberan partículas–, pasan relativamente poco tiempo en el camión –o cambian de camión–, además de que usan mascarilla.
Esto no significa que debamos bajar la guardia. El transporte público es una fuente importante de contagio después de todo, y por ello es importante que se asegure una sanitización constante de las unidades, que se eviten aglomeraciones en las zonas de ascenso y descenso, y que no se saturen los camiones ni los paraderos. Debemos evitar satanizar el uso del transporte público al tiempo que se garantizan todas las medidas de seguridad e higiene necesarias para cuidar la salud de los usuarios.
(1) Programa Municipal de Desarrollo Urbano de Mérida.

David Montañez Rufino
Fundador y Director General de la plataforma urbana M50: organización ciudadana dedicada a promover una ciudad pensada, diseñada y construida mediante gobernanza; con espacios públicos de calidad, sistema de movilidad integral y desarrollo urbano sostenible.
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