La pandemia causada por la COVID-19 ha generado enormes costos económicos y sociales que, en las principales ciudades mexicanas, pusieron en evidencia la vulnerabilidad de los sistemas productivos, de salud, saneamiento y recursos financieros limitados. Por lo tanto, es necesario implementar medidas de cooperación entre las autoridades locales y nacionales para crear ciudades resilientes, sostenibles, inclusivas y seguras.
El impacto de la pandemia en las ciudades mexicanas
Si bien la vida en las urbes es más atractiva, posee la amenaza de la contaminación ambiental o la de rápidos contagios masivos por el uso de transporte, educación o servicios de esparcimiento. Como ventajas tiene mucha mayor oferta de servicios de calidad, oportunidades de mejores empleos para personal calificado, y capacidad de atraer inversión y comercio.
Los contagios y fallecimientos masivos por el virus de la COVID tuvieron para las ciudades mexicanas tres retos mayúsculos: pasar de la educación y trabajo presencial al remoto, sobrevivir al encierro por más de 24 meses y, además, el cierre de tantas industrias y servicios.
Los efectos en las ciudades de la frontera norte (Ciudad Juárez, Reynosa, Tijuana, Nuevo Laredo) incluyeron la prohibición, de facto, de cruce para millones de fronterizos acostumbrados a hacerlo por décadas. Se perdieron empleos que complementaban la falta de mano de obra al otro lado y el excedente de oferta en territorio mexicano. Jardineros, albañiles, empleadas domésticas fueron impedidos de cruzar la frontera por dos años. Algunos pudieron emplearse en maquiladoras o servicios locales, pero miles se quedaron sin poderlo hacer.
La logística de bienes y servicios que da vida a la economía de la frontera norte mexicana con Estados Unidos, se enfrentó a retos singulares: desde la escasez de operadores de transporte, hasta el hecho de que los puertos marítimos y terrestres tuvieran una caída severa en la eficiencia de sus operaciones.
Las empresas petroleras y de energía vivieron las secuelas de una caída de demanda que no se había visto nunca, y las pérdidas de ingresos, agravadas por una onda gélida en Texas, tuvieron costos fiscales y operativos para gobiernos y empresas. El disparo del precio del gas texano afectó a la economía de la Zona Metropolitana de Monterrey, donde sus consorcios industriales tuvieron que afrontar alzas desorbitadas en costo de energía.
Sectores y empresas frente a la emergencia por la COVID-19
Ciudades con gran oferta educativa que atrae estudiantes fuereños en el país, se vieron afectados al perder alumnos inscritos, migrar a educación a distancia y sostener sus servicios administrativos en marcha. Monterrey, Puebla, Valle de México, Guadalajara, que habían gozado del consumo que generaban miles de estudiantes foráneos que demandan hospedaje, alimentación y esparcimiento, se encontraron con dos años a la baja. Cadenas de cines, comida rápida, abarrotes, inmuebles para estudiantes, pasaron de la saturación al total vacío, pues los foráneos regresaron a sus lugares de origen.
Los grandes edificios de oficinas en centros urbanos vieron cómo el trabajo a distancia les secó un panal de rica miel en todo México. El paro obligatorio de la industria de la construcción —algo que no hicieron ni California ni Texas— provocó, tan sólo en el Valle de México, el desempleo de un millón de albañiles por casi dos años. Sus familias se quedaron sin ingreso para el sustento diario y tuvieron que buscar cómo generar otras fuentes de ingreso, el comercio informal creció.
En las ciudades turísticas del Caribe, Pacífico o Centro de México, los daños para las empresas y las finanzas públicas por la drástica caída de visitantes arrasó hasta con Cancún o la Riviera Maya. En Quintana Roo, el gobernador pidió a la población que no pagaran su recibo bimestral de servicio eléctrico ante el desplome de ingresos de las familias que dependen de los visitantes. Las aerolíneas se fueron a la quiebra.
En las ciudades mexicanas se presentó una parálisis de trámites y servicios públicos como nunca se había vivido. La afectación a las tesorerías fue monumental, puesto que ya no tenía sentido renovar y pagar uso de suelo o permisos para inmuebles de peluquerías, restaurantes, bares u hoteles donde no se tendrían clientes.
El panorama en tiempos de la COVID-19
La encerrona de casi dos años perjudicó severamente al comercio de todo tamaño. En los centros comerciales de las grandes cadenas en ciudades relevantes, se presentaron tal cantidad de contagios que tuvieron que cerrar o traer personal sano de emergencia. Las ventas navideñas de 2020 y 2021 fueron patéticas.
Los ganadores de esta pandemia, a nivel urbano, fueron las empresas farmacéuticas, las de telecomunicaciones y cómputo, los hospitales privados y las funerarias. Para agosto 2022, el trabajo presencial en Londres o Manhattan seguía siendo 45% inferior que antes de la pandemia.
La tarea de comunicar a la población como iba evolucionando la pandemia, los avances en vacuna contra ella, fueron en México muy deficientes y solo ayudaron a paralizar más la vida en las ciudades. El pánico llegó hasta comunidades rurales remotas, que prohibieron la entrada a sus territorios a quienes no residieran ahí. El monopolio estatal para la vacunación confundió un fin sanitario con una campaña de proselitismo político. Al igual que en la epidemia de la fiebre española de 1918, el gobierno federal se negó a apoyar a las empresas para subsistir a la caída de la economía.
El triple impacto que sucedió en México en los años recientes por la pandemia de la COVID-19 puso a prueba la sustentabilidad y resistencia de sus ciudades. Vendrían dos eventos adicionales que las pondrían a prueba: la ola de migrantes en tránsito desde el sur del país hacia los Estados Unidos, y la alta inflación que generó la guerra en Ucrania.