Introducción
El presente manuscrito intenta exponer una breve semblanza de la importancia de comprender, al cobijo de una nueva disciplina, el por qué tomamos algunas decisiones y qué podemos hacer para racionalizarlas bajo sus mismas condiciones.
Esta disciplina llamada economía del comportamiento pretende comprender la forma de actuar de las personas, a fin de crear modelos económicos que se aproximen más a la realidad, bajo la premisa de que este actuar no siempre es racional.
Evolución
La historia de la humanidad es el devenir del hombre y su lucha por el dominio de los satisfactores de sus necesidades, las cuales le han llevado a tomar decisiones que en muchas ocasiones parecen haberle hecho presa de sí mismo.
En su evolución, el hombre ha aprendido o ha sido obligado a tomar decisiones con base en criterios que en algunas ocasiones parecen irracionales.
Fumar, por ejemplo, además de costoso, puede ser una decisión que notoriamente va en contra de la salud de quien lo realiza, sin embargo, eso no siempre basta para activar el freno de la conciencia y detener el acto, más allá de que se sabe que no es algo saludable.
Así como el ejemplo anterior, existen muchos otros que parecen no cobrar sentido, toda vez que, a pesar del daño causado en la salud y en el bolsillo, el individuo acepta las consecuencias con tal de lograr un momento de placer que le haga olvidar un mal rato, obtener una recompensa a un día de arduo trabajo o simplemente sentirse parte de un grupo que establece ciertas pautas de conducta para aceptar explícita o implícitamente a sus miembros.
Con base en lo anterior, en los años 80 emergió una disciplina que combinaba aspectos psicológicos y sociológicos dentro del marco de la propia economía, los cuales ya habían sido abordados en años anteriores, pero sin integrarse ni consolidarse con el énfasis que autores como Daniel Kahneman, Amos Tversky, Ward Edwards y, más recientemente, Richard Thaler, le otorgaron para conformar esta nueva vertiente de conocimiento.
Conceptualización
“La llamada economía del comportamiento o conductual parte del hecho de que todas las decisiones que tomamos, desde hacer la compra en el super hasta el voto que emitimos en las urnas, se basan no solo en comportamientos racionales sino también en nuestras emociones” (Navarro 2021, párr. 3). Por su parte, Chico (2019, p. 4) señala que “la economía del comportamiento es la rama de la economía que trata de combinar e integrar percepciones de la psicología a la economía, con objeto de conseguir una visión más profunda y realista del comportamiento de los agentes en los distintos mercados.”
Con estas dos posturas, cobra especial importancia la premisa de que el individuo posee una racionalidad limitada, tanto por su propia capacidad cognoscitiva, como por la información y el tiempo de que dispone para la toma de decisiones.
Estas limitaciones no hacen sino enfatizar la necesidad de cobrar conciencia respecto de aquellos factores que inciden en nuestras decisiones, la manera como llegamos a ellas y las implicaciones que provocan, tanto para nosotros mismos como para quienes nos rodean.
El análisis de las emociones y su influencia no es sino una pequeña parte del gran estudio de las decisiones. El individuo cree que la mayoría de las veces que decide lo hace de manera libre, pero la verdad es que muchas de esas decisiones están inmersas en prejuicios y expectativas relacionadas con su pasado y el futuro que le espera o, peor aún, forman parte del sometimiento al voraz bombardeo de información que confunde deseos y necesidades, y provoca que crea que tiene las segundas, cuando en realidad muchas veces solo tiene los primeros.
Los nudges
La evolución de los estudios de la economía del comportamiento nos lleva a Richard Thaler, Premio Nobel de Economía 2017, quien partió de la premisa de que el individuo no siempre está capacitado para tomar las mejores decisiones y que, por tanto, es necesario encontrar ciertas herramientas (a manera de empujones) “nudges” que le permitan reconducirse de un modo más racional.
Estos empujones son muy útiles a partir de la consideración de que muchas de las decisiones que tomamos son realizadas de forma automática, con poca o nula reflexión, por lo que resulta importante encontrar estos pequeños estímulos emocionales que compitan con aquellos que nos llevan a actuar de otra forma, a fin de corregir el rumbo hacia decisiones mucho más racionales.
A manera de ejemplo: considerar la posibilidad de encontrar otro satisfactor menos dañino que compense el placer que tienen los fumadores al momento de encender un cigarro, podría ser un primer paso que compense una actividad nociva intercambiándola por otra con menor o nula carga tóxica y, sin duda, más económica.
Eliminar las emociones es prácticamente imposible, éstas son inherentes al ser humano, por lo que lejos de bloquearlas, una estrategia en la que intentemos cobrar mayor conciencia de ellas y generar alternativas que compitan con aquellas, parece ser una idea más práctica. Sustituir una copa de alcohol, por un abrazo, puede ser mucho más saludable física y emocionalmente. Dar un paseo con algún ser querido, puede ser más placentero que un atracón de la comida favorita.
Encontrar esas emociones que nos llevan a tomar decisiones nocivas o económicamente insostenibles, es clave para mantener una buena calidad de vida, identificando las razones por las cuáles actuamos de esa forma y, en la medida de lo posible, apoyarnos con alternativas que sustituyan o contrarresten las necesidades emocionales con otras que sean mucho mejores, física, mental e incluso económicamente.
Encontrar esas emociones que nos llevan a tomar decisiones nocivas o económicamente insostenibles, es clave para mantener una buena calidad de vida, identificando las razones y, en la medida de lo posible, apoyarnos con alternativas que las sustituyan.
Bibliografía:
- Chico, P. (Julio, 2019). “Economía del comportamiento”. Universidad de Valladolid. Recuperado de: https://core.ac.uk/download/pdf/286337773.pdf
- Navarro, J. (2021). “¿Qué es la economía del comportamiento?”. McGrawHill. Recuperado de: https://www.mheducation.es/blog/que-es-la-economia-del-comportamiento
Por:
Luis Alberto García Domínguez
Emma Guadalupe Mendoza Cervera Cecilia
Eugenia Rihani Castilla
Ileana Lucelly Ramírez Sierra