De manera general se asume que el urbanismo es neutro desde el punto de vista del género, pues se asume que la ciudad fue planeada tanto para hombres como para mujeres. Sin embargo, si leemos la ciudad desde la perspectiva de género, constatamos que el urbanismo es, desde hace mucho tiempo, no sólo un determinante de inequidades sino también un reproductor sistemático de las mismas.
Mirando a Mérida desde esta perspectiva, podemos observar que es una ciudad patriarcal, lo cual se expresa en la subordinación e invisibilidad de otros géneros diferentes al masculino. Por ejemplo, si hacemos el ejercicio de mirar el espacio público de Mérida con un enfoque feminista, salta a la vista que la mayoría de las esculturas de la ciudad son representaciones de hombres con nombres y apellidos, a los cuales la ciudad le ofrece homenaje: los hermanos Montejo, Hideyo Noguchi, entre otros. Sin embargo, la mayoría de las esculturas que refieren a mujeres(1), al menos las que están en lugares más transitados y visibles, son sólo alegorías de la maternidad, la Xtabay, la Mestiza, etcétera.
Estas elecciones denotan un claro posicionamiento heteropatriarcal, y una ausencia de una mirada crítica sobre género, etnia y clase social en la toma de decisión de los monumentos que se exhiben en la ciudad, así como el dónde y el cómo se exhiben. Subrayamos la importancia que tiene este tipo de decisión, pues esos monumentos entran a formar parte del patrimonio de la ciudad que teje una narrativa de pasado, presente y futuro hecho a modo y, al mismo tiempo, nutre un imaginario social y referente simbólico reflejando los valores hegemónicos de la sociedad de Mérida. La carencia de figuras femeninas es una dimensión más que nos revela que, bajo la apariencia de universalidad en la concepción de la ciudad, hay un orden androcéntrico que se reproduce con la falsa neutralidad (Muxí Martinez, Z. et al, 2011).
Una ciudad planeada desde el modelo patriarcal.
Para la gran mayoría de nosotros, la ciudad constituye un espacio urbano que nos es familiar y cotidiano, al cual estamos acostumbrados y no cuestionamos. Pero, si miramos con atención, podemos constatar que nuestros espacios públicos están diseñados, en gran medida, para hombres. La ciudad que habitamos refleja relaciones y dinámicas de poder y prioriza y visibiliza a unos elementos sobre otros. Si bien, no encontramos estudios en Mérida sobre los efectos que tiene la planificación urbana en diferentes grupos sociales, es observable que la ciudad se organiza primordialmente por la esfera productiva que es la del trabajo y el género masculino, dejando de lado en la planeación urbana la dimensión de reproducción social y de cuidados de las personas. Un ejemplo de ello son las inversiones en instalaciones para campos de fútbol, estadios y vialidades, donde se prioriza al transporte motorizado privado, todo lo cual favorecen en mayor medida a los hombres.
En contraposición, encontramos que son escasas las inversiones en: a) mejora de banquetas; ya que las mujeres tienden a realizar desplazamientos más cortos y encadenados para ir al trabajo, realizar las compras y las tareas asociadas al cuidado (acompañar a familiares a una consulta médica, llevar a los-as niños-as a la escuela y recogerlos-as) y, así mismo, tienden a desplazarse caminando más que los hombres; b) bancas y paraderos de autobuses con sombra, que generen zonas de descanso en los recorridos urbanos y en las áreas de estancia, tomando en cuenta que las mujeres tienden a utilizar más el transporte público; c) sistema de transporte público de calidad, que ofrezca respuesta a la variedad de horarios del mundo reproductivo que genera recorridos no lineales ni uniformes, y que necesita de una oferta de red intermodal y con conectividad; d) espacios públicos de calidad y con seguridad, pues a diferencia de los hombres, la percepción de seguridad en las mujeres está vinculada a la capacidad de apropiarse del espacio y construir autonomía.
Sin pretender agotar la lista de aspectos de la ciudad donde podemos constatar cómo la planificación urbana reproduce las inequidades de género y sociales al tiempo que la ciudad de Mérida deviene la materialización territorial de un modelo social injusto, consideramos que, para eliminar estas inequidades, es imprescindible un cambio estructural de paradigma para repensar la ciudad y colocar en el centro de las decisiones a las personas.
¿Cómo orientar las transformaciones en el urbanismo que necesita Mérida?
En primer lugar, los responsables de la toma de decisiones deben ser conscientes de este problema. Resulta imprescindible reconocer que la planeación urbana y la manera en que se construye la ciudad no es neutral.
En segundo lugar, es urgente cambiar el paradigma e introducir la perspectiva de género en la planeación urbana, ya que coloca en el centro de las decisiones las necesidades vinculadas con la vida cotidiana de las personas. Esta se encuentra constituida por varias esferas: productiva (trabajo remunerado), reproductiva (cuidado de personas y del hogar), personal (ocio, deporte y cuidado) y comunitaria (mejora de la sociedad o la comunidad donde se vive) (Ortiz Escalante, S et al, 2015). Todas se deben tener en cuenta en la planeación urbana en cada etapa de los proyectos en desarrollo y en diferentes escalas.
Y, finalmente, para lograr una Mérida incluyente y cuidadora, se requiere incorporar procesos participativos vinculantes donde la participación de las personas y, sobre todo, de las mujeres, sean en todas las etapas del proceso: diagnóstico, planeación, implementación y evaluación. Consideramos que es relevante imaginar un horizonte común para lograr una ciudad amable para todos y todas, la que piensa en clave de inclusión de la multiplicidad de problemas y condiciones, como la define Ana Falú (2022).
«Salta a la vista que la mayoría de las esculturas de la ciudad son representaciones de hombres con nombres y apellidos, a los cuales la ciudad le ofrece homenaje: los hermanos Montejo, Hideyo Noguchi, entre otros. Sin embargo, la mayoría de las esculturas que refieren a mujeres, al menos las que están en lugares más transitados y visibles, son sólo alegorías de la maternidad, la Xtabay, la Mestiza, etc.»
Bibliografía:
(1) Está el poco visible y casi escondido monumento a las Mujeres Ilustres que es la excepción de los monumentos alegóricos.
Falú, Ana (2022) El derecho de las mujeres a la ciudad, https:// cabify.com/es/blog/ana-falu-entrevista-ciudad-mujeres-urbanismo-feminista.
Muxí Martínez, Zaida; Roser Casanovas, Adriana Ciocoletto, Marta Fonseca y Blanca Gutiérrez Valdivia, ¿Qué aporta la perspectiva de género al urbanismo?, Feminismo/s 17, junio 2011, pp. 105-129.
Ortiz Escalante, Sara y Col·lectiu Punt 6 (2015) Urbanismo desde la perspectiva de género. Buenas prácticas con perspectiva de derechos humanos.
CIUDAD MODELO
Por Silvana Forti. Directora del Laboratorio Urbano de la Universidad Modelo.
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